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30, JOAQUÍN DE ENCINAS primiLiva con artiJiciosa \'estimenla; si~ cubre con la hoja d1: pdtTa del senequismo; y este traje sudario queda adherido para siempre y se muestra en cuanto se ahonda un poco en la superficie o corteza ideal de nuestra nación" (85;. Tenemos, además, que este espíritu. mitad religioso, mitad moral, ha deforminado la configuración ético– religiosa del pueblo español y aun el derecho consuetudinario de Es– paiia. Ganivet cree ver el influjo de este espíritu senequista hasta en la predilecci(m que los españoles han mostrado por determinados as– pectos de la ciencia; porque pudo ocurrir, dice GaniYet, ·• que por ha– ber tenido nuestro filósofo la ocurrencia genial y nunca bastante ala– bada y ponderada de despedirse de esta vida por el suave y tranquilo procedimiento de la sangría suelta... haya sido la causa de que Es– paña sola sobrepuje a todas las demás naciones juntas. por el nú– mero y excelencia de sus sangradores" (86). Dejando esta insinuación en una mera conjetura, lo que resulta in– cuestionable para Ganivet es que al menos la moral estoica perfiló nuestra conducta y dispuso los ánimos nacionales para recibir y hacer fecunda la religión cristiana. Seyunda etapa: EL CRISTIAl':rn;,.,10 Al llegar a este punto Ganivet, con una acrobacia filosófica, salta de la experiencia personal a una consideración P.Uramente especula– tiva y apriorística; a saber: al proceso evolutirn del pensamiento fi– losófico y religioso. La moral estoica, dice Ganivet, "es el término de una e-rnlución filosóficorracional, cuando todas las soluciones estún agotadas", cuando todos los métodos, el idealista, el ecléctico y el sin– crelístico, el empírico y el constructivo, Sfé declaran en quiebra y se proclama la, impotencia de la humana razón con la solución nega– tiva o escéptica. Y es entonces "cuando surge la moral estoica, moral sin base, fundada sólo en la virtud o en la dignidad", que es, en dP– Jinitiva, lo único que queda a salvo aun en los períodos de mayor decadencia, "al instinto de nuestra propia dignidad'', eom– plela más adt 1 lante Ganivet (87). Se impone. por tanto, como término de todos los cubileteos racio– nalistas, la adhesión ciega, instintiva, que es por paradójica y fatal exigencia humana, "transitoria'': porque si "bien el hombre menos– preciando la fuerza de su razón, qÚe no conduce a nada positivo, cie– rra los ojos y acepta una creencia" (88), esto será el Yestíbulo que le conducirá, deslumbrándole acaso, al comienzo de nuPYas cavilaciones; "porque la moral cristiana está tan cerca de la pura razón como el &cto de adhesión lo estaba de la fe" Así. la Humanidad va recorriendo, en círculo vicioso, el laberinto de sus propios enredos. La evolución del pensamiento religioso es una continuación, siem– pre en cadena cerrada, del pensamiento filosófico. En la mentalidad de Ganivet, la e-volución de la reli¡,ión judaica se cerró cuando vino (85) A. GANIVET, o, c., t. I, pág. 90. (86) Idem, o. e,, t. I, pág. 91. (87) Idem, o. c., t. I, pág, 91, (88) Idem, o. c., t. I. pág. 92, (89) Idem. O. c .. t, I. pág. 93.
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