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24 JOAQUÍN DE ENCINAS Habla Ganivet: "Se dice _que somos refractarios a la asociac1on, y de hecho cuantas sociedades fundamos naufragan al poco tiempo, y sin embargo somos el Jmís de las comunidades religiosas. ¿Cómo ex– plicar esa contradicción? Fijándonos en que esas comunidades se proponen ligar a los hombres para libertarles de la esclavitud de la necesidad material. Ante el ideal, la jerarquía es menos opresora: la autoridad no es pesada para el que se somete con humildad. Pero si la asociación es fundada con fines utilitarios, para conciliar encon– trados apetitos, y los bienes materiales no son ya medios, sino el cen– tro de gravedad, el imán que atrae todas las miradas, notamos en seguida el roce del mecanismo autoritario, nuestro espíritu indepen– diente se subleva y cada cual tira por su lado. Comprendemos y prac– ticamos la comunidad de bienes con un fin ideal; pero no sabernos asociar capitales para hacerlos prosperar. Nos rebelarnos contra toda autoridad y organización, y luego, voluntariamente, nos despojarnos de nuestra personalidad civil y adoptarnos la más dma esclavi– tud" (fü5). Conviene advertir, ante todo, que el texto citado no tiene Yalor ob– jetivo porque Ganivet olvida dos factores que hacen posible estas asociaciones; a saber: la vocación religiosa y la gracia sobrenatural. Pero es un texto representativo de la mentalidad de nuestro autor, en cuanto lo hace extensivo a todas aquellas organizaciones donde el ideal es aglutinante común. Por t!jemplo, en política-lo veremos a su debido tiempo-recomendará el robustecimiento del ideal, porque en todas las empresas los españoles hicieron más de lo que permitían sus débiles medios. Les empujaba el ideal y de la unión salió la fuerza. En todo esto Ganivet parte cl8 una intuición absolutamente certera El idealista nunca se avino con facilidad a la trama minuciosa y vul– g-ar de los negocios cotidianos. Así puede afirmar Ganivet: "No con– cebiremos jamás el negocio en serio, a la manera inglesa, y cuanto hagamos será transitorio, de aluvión. Nuestra furrza rstá <m nuestro ideal con nuestra pobreza, no en la riqueza sin idealrs" (66). Otro tanto nos ocurre en el campo científico; no sP ha podido for– mar un cuerpo de doctrina que nos dislinga como nacionalidad: "No hemos innmtaclo ninguna máquina notable-dice Ganivd-·, ni hemos tropezado con ningún astro nuevo, ni siquiera hemos descubierto nin– gún importante microbio, o al menos rl virus para acabar con él. Es verdad; pero hemos tenido fe y valor, hemos descubierto y conquis– tado tierras, hemos peleado en todas partes del Globo; y para repa– sarnos en la paz hpmos creado la alta sabiduría mística, y para dis– traernos, un arte de elevada concepción, y para enardecernos, las co– rridas de toros. Quien una vez se remontó a las regiones ideales, ¿cómo queréis que se entretenga en examinar y clasificar las circunvolucio· nes del cerehro?" Evidentemente Ganivet exagera en apoyo de su tesis; pero no deja de ser oierto que las mejores mentes españolas se consagraron a los (65) A. GANIVET. o. c.. t. I. pág. 39. (66) Iüem, o. c.. t. I, pág. 41. (137) Idem, o. c., t. I, pág. 41.

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