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20 JOAQUÍN DE ENCINAS mos recibido de nuestros antepasados y por el cual los españoles se comportan de un "modo típico e11 la vida social": sería el pueblo es– pañol, en cuanto sujeto de una peculiar actitud ética. Y ello, no como fruto de una decisión consciente, sino como una imposición de la biogénesis, del cuerpo y de la sangre-·que sintonizada por los diver– sos cruces-le ha sido legado. En una fórmula más lJreve: sería el temperamento es]_)añol, con lo que éste tiene de fisiológico y psicoló– gico. Veamos si efectivamente es éste el pensamiento de Ganivet: po– cos textos me bastarán para demostrarlo. J;,ué a raíz de la publicación del /dearium cuando l'.namuno le es– cribió unas cartas, más laudatorias que críticas, en el Dej'ensor de Granada. Con este motivo Ganivet OJ)One su idea de ·· pueblo español puro" a la de Unamuno. Y dice así: ''Usted, amigo Unamuno, des– ciende en línea recta de aquellos esforzados y tenaces Yarones que jamás quisieron sufrir ancas de nadie ... ; así se han conservado pu– ·ros, aferrados al espíritu radical de la nación. Por eso habla usted de la instauración de las costumbres celtibéricas, y cree que el mejor camino para formar un pueblo nuevo en España es el que Pérez-Pujol y Costa han abierto con sus investigaciones" (53). Ganivet no acepta esta tesis, porque "ha nacido en la ciudad más cruzada de España, en un pueblo que antes de ser español fué moro, romano, fenicio" y por sus venas corre "sangre de lemosín, castellano y murciano" (54). Conviene, pues, con Unamuno en que la restauración de un pue– blo nuevo se ha de fundar en las cualidades morales del pueblo viejo. en las "virtudes" del pueblo primitivo para el caso de España. La di– ferencia empieza al señalar quién es este pueblo primigenio ··puro". Es cierto que el pueblo o la tribu celtíbera estuvo en posesión del es– píritu radical de la nación; pero para Ganivet no es menos cierto que el espíritu territorial puede ser modificado y de hecho lo ha sido por la fusión con los diversos pueblos invasores. Estos cruces han for– mado los diversos estratos del alma nacional, encauzando en mani– festaciones nuevas el espíritu radical de la Península Ibérica. ¿ Cuáles han sido, concretamente, est-0s influjos? Anotemos antes cómo el entendimienlo de Ganivet está connatu– ralizado con las ideas panteístas. El mismo determinismo que existe en el espíritu territorial y sus reflejos en la psicoloÉ'-ía popular, existe en la raza. Ya sólo faltaba decir que el pueblo ibero y cuantos vinie– ron después a completar el perfll del pueblo espafiol eran hechura -contradictoria a veces, a veces semejante porque el espíritu da para todo-de esa "fuerza o espíritu" universal y único. De hecho ya establece el primer tránsito, porque el pueblo ibero estaba predeter– minado en su psicología por el espíritu territorial. Y los demás puP– blos, que nos dieron con el cruce parte de su sangre, ¡, no nos traerían (53) A. GANIVET. o. c., t. II. pág. 1.072. (54) Idem, o. c., t. II, pág. 1.073. LAIN ENTRALGO, tan certero en la interpre– tación del pensamiento de Ganivet, comete un error inexplicable al decir que la casta, para Ganivet, consta de dos elementos: uno, el "espíritu territoria1··. y otro. el "espíritu primitivo" de la raza, nativo en ella y anterior al senequismo. Obra citada, pág. 250. Prects~ente en esto es en lo que disiente de Unamuno, como he• mos hecho notar.

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