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PRINCIPIOS DE POLÍTICA ESPAÑOLA EN ANGEL GANIVET 17 2. Paradoja histórica Pero se da el hecho histórico de que este carácter defensivo, pro– pio de la geografía peninsular, ha tenido en el caso de España más excepciones que confirmaciones. Veamos cómo Gani·vet se hace car– go de estas anormalidades. España, contra todo lo que pudiera esperarse de su posición geo– gráfica, ha sostenido guerras dentro y fuera de su área propia; "ese hecho-~dice Ganivet-, que parece desvirtuar cuanto llevo dicho acer– ca del espíritu de nuestro territorio, merece una explicación" (43). Y se esfuerza en darla procediendo socráticamente, por pregunta y res– puesta. "Si por naturaleza no somos agresivos... ¿por qué España aparece como una nación guerrera y conquistadora'?" · Nuestra historia-ya lo hemos notado-es una cadena de luchas que para mayor resalte se localizan en las más diferentes latitudes. Y se llega a la convicción de que efectivamente hemos sido un pue– blo belicoso y no meramente defensivo. Bien: a esto responde Gani– vet: "Yo creo que ese espíritu de agresión existe; pero que no ha sido más que una transformación del espíritu de independen– cia... " (44). Una vez más la excepción confirma la regla. Así, pues, el espíritu de agresión que generalmente se nos atribuye es sólo uná metamorfosis del espíritu territorial", espíritu defensivo, que se bate en retirada. E:xaminemos concretamPnte algunos casos. Ya en la lucha con los árabes se realizó esta ley de la independen-– cia, pero con una morosidad sorprendente. Y Ganivet se pregunta, no sin cierta suspicacia, por qué "esta excesiva duración del poder árabe en España" (45); no fueron más que siete siglos de luchas, desde el año 711 hasta el 1402 con la conquista de Granada por los Heyes Ca– tólicos. La respuesta de Ganivet es que este retardo se debió al "celo de las regiones"; es decir, que todas las regiones estaban un poco complicadas con los árabes y le permitían como garantía de su pro– pia individualidad; porque se temía, y con fundamento, "en la pre– ponderancia futura de Castilla, que constituía un amago contra la in– dependencia de las demás". Y aquí empezó a operarse esta metamor– fosis del espíritu territorial y "así naee el espíritu conquistador espa– ñol, que se distingue del de los demás pueblos en qrn· mientras todos conquistan cuando tienen exceso de fÜerzas, España conquista sin fuerzas precisamente para adquirirlas" (l16). El móvil principal de esta agresión en algunas regiones fué sal– vaguardar su existencia individual, fué eYitar lo que resultaba impo– sible, a saber: la absorción de todas en la unidad nacional. Por eso "el espíritu conquistador nace en el Occidente y en f\l Oriente de Es– paña antt>s que en el Centro, en Castilla, que luego acierta a monopo– lizarlo" (!¡7) t>n la epopeya única de la conquista de América. El único <'aso dt> verdadera agresión fué el envió de la Armada (431 A. GANIVET, o. c., t. I, pág. 120. (44) Idem, o. c.. t. r. pág. 120. (45) Idem. o. c., t. I, pág. 131. (46) Idem. o. c .. t. J:, pág. 132. (47) Idern. o. c.. t. I, pág. 123.
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