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16 JOAQUÍH DE ENCINAS constitutiva era el espíritu del soldado y ese espít·itu no cuesta nada, lo da gratuitamente la tierra" (31:1). Una vez más tiene aplicación la idea del espíritu territorial; el territorio comunica a sus soldados una fuerza telúrica, extraída de las mismas entrañas del suelo. Y el suelo español le ha dado al soldado peninsular español el arranque del combate individual y defensivo. !La misma táctica militar del Ejército debe ajustarse a las exigencias de la geografía; y el Ejército español se ha acomodado de hecho, aun– qu@ con notables excepciones ajenas a su propio carácter y a este imperativo del territorio peninsular. ·'España-dice terminantemente Ganivet-es por esencia, porque así lo exige .el espíritu de su terri– torio, un pueblo guenrero, no un pueblo militar" (40). Subrayemos esta distinción que explicará el carácter propio de nuestra técnica militar: los españoles tenemos, por nuestra condición de peninsulares, un espíritu guerrero, no militar. Entre el espíritu militar y el espíritu guerrero media una sutil di– ferencia. Salta a la vista que la militar obedece al orden, a la organi– zación, a la acción combinada y refleja; el espíritu guerrero en cam– bio se resuelve en la acometividad individual y personalísima. El niño que caprichosamente impone su minúscula personilla tiene, en el len– guaje materno, "un espíritu guerrero"; y el hombre que obedece pun– tualmente a una orden se dice en lenguaje ordinario que tiene espí– ritu militar. Esta es exactamente la característica que distingue la actuación de dos ejércitos. Pues bien: toda la historia de la Península Ibérica fué una confir– mación de este individualismo de nuestro Ejército; y fué también la forma de combate más celebrada en los cantares populares. El método de nuestro combate fué siempre la guerrilla; y tal vez, observa Ga– nivet, haya sido la ferocidad de este combate cuerpo a cuerpo lo que nos haya ganado la fama de crueles. E historiando la actuación de nuestro Ejército señala Ganivet cómo en la Edad Media nuestro Ejér– cito se componía de "mesnadas", grupos de hombres sin mucha dis– ciplina, pero subyugados por la heroica temeridad de un jefe. Así nació el Cid Campeador (41). Durante nuestro Imperio, en los casos que el enemigo nos impuso una organización-como ocurrió en las guerras de Europa-, la táctica fué el combate rápido y de minoría. Y tuvimos un Gran Capitán que tuvo mucho del individualismo del Cid. El mismo apóstol soldado, Santiago Apóstol, combatiente sobre un caballo blanco fué, según Ganivet, la gran visión del alma de un pueblo que prefiguró esta efigie en consecuencia con sus ideales (42). Y en el alma popular late incónfundiblemente la urgencia y la razón del territorio, de la Península Ibérica. (39) A. GANIVET. o. c .• t. I. pág. 186. (40) Idem. o. c., t. I. pág. 126. (41) Idem. o. c .. t. I. pág. 126. (42) Idem. o. c., t. I, pág. 127. La geografía configuraría, según Ganivet. no so· lamente nuestra psicología política, sino también la misma espiritualidad de los eapa:fioles. Asi, "San Ignacio, fué otro oscuro soldado, que con un pufiado de hom– bres a.comete la conquista del mundo espiritual", o. c.. t. I, pág. 129.
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