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PRINCIPIOS DE POLÍTICA ESPAÑOLA l!iN ANGEL GANIVET tomar cuerpo por falta de relaciones constantes con otras razas, se deja invadir fácilmente, lucha en su propia casa por su independen– cia, y si es vencido, se amalgama con sus vencedores con mayor fa– cilidad que los continentales" (34). Aquí está la clave del continuo trasiego de las razas que poblaron España. Y esta ha sido también nuestra fatalidad: la de abandonar a su suerte esta casa peninsular ·· con doble puerta y por lo mismo mala de guardar". Por eso el espíritu territorial nos ha empujado constantemente a la defensa y cuando no a la independencia. Ya "los Pirineos son un istmo y una muralla, no impiden las in:vasiones, pero nos aíslan y nos permiten conservar nuestro carácter independiente" (35), suplien– do con esta reacción los inconvenientes de nuestra delicada situación geográfica. Porque vencidos o vencedores-casi siempre vencidos y triunfantes-hemos asimilado a los invasores dándoles el carácter de nuestra independencia. Y este espíritu de independencia ha prefi– gurado nuestra psicología política, militar, combativa, creando entre nosotros el espíritu "guerrero" (36). e) Caracterización del pueblo ibérico 1. Su espíritu defensivo Porque el espíritu territorial nos estimulaba a la defensa hemos tenido que crear un organismo apropiado a este fin. Y este es el se– gundo punto: después de las reacciones del territorio debemos des– cribir la actitud de los pobladores frente a razas y pueblos diversos. Esta actitud viene definida por el espíritu y organización de nuestro Ejército: "nuestro carácter pide, exige un Ejército peninsular" (37). Precisamente porque somos península y no continente. ¿Cuál es la psicología del soldado peninsular? "El soldado continental comprende la solidaridad y se siente más valiente y animoso cuando sabe que con él van contra el enemigo uno o dos millares, si es posible, de compañeros de armas. El soldado pen– insular se encoge y se aflige y como que se ahoga cuando se ve anu– lado en una gran masa de tropas, porque adivina que no va a obrar allí humanamente, sino como un aparato mecánico"; a uno le salva la colectividad y el número; al otro le corta los vuelos de su indivi– dualismo y _le impide la acción libre. Pareja desigualdad existe entre uno y otro frente al desastre: en el Ejército continental sobreviene una desmoralización "porque la fuerza principal no estaba dentro del soldado, sino en la cohesión que se rompe y en la confianza que des– a parece" (38). Lo contrario exactamente ocurre en el Ejército peninsular, donde la fuerza viva "renace una y cien veces como fénix, porque su funza (34) A. OANIVET, o. c., t. I, pág. lH!. (35) Idem, o. c., t. I, pág. 119. (36) Idem, o. c., t. I, pá.g. 126. (37) Idem, o. c., t. I, pág. 135. (38) Idem, o. c., t. I, pág. 135.·

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