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14 JOAQUÍN DE ENCINAS que es también lo más cercano a la tierra. Es en lo espontáneo don– de mejor se manifiesta el influjo que lo "circunstante" ejerce en el individuo y en la colectividad. Así, Ganivet ve en las diversiones po– pulares y el folklore inapreciables documentos de la psicología so– cial (28). En la muerte (29), en la embriaguez y en la locura (30) cree ver Ganivet las manifestaciones más puras y genuinas de este enlace misterioso del hombre y la sociedad con el territorio: como si la sub– conciencia humana fuera el viaducto del espíritu territorial. d) La Península I hérica ¿Cuáles son las manifestaciones del espíritu territorial en la geo– grafía española? Ante todo hemos de confesar que "España es una península o, con más rigor, la Península; porque no hay península que se acerque más a ser isla que la nuestra" (3i). Somos, si se quiere, una isla co– locada en la conjunción de dos continentes; montada a caballo sobre dos mares, parece unirse sólo por la brida a la caravana del continen– te europeo. Abajo, en el Sur, queda aún el muñón dolorido del último tentáculo, que nos unía al continente africano y que desligó "brutal– mente Hércules cuando vino y de un porrazo nos separó de Africa; este hecho, no comprobado por documentos fehacientes, dice Ganivet. constituye el hecho más trascendental de nuestra historia" (32). España no es una isla sino una península; a veces se la ha creído isla y este error de perspectiva ha motivado-al menos en la opinión de Ganivet-todos nuestros infortunios políticos. Entre otros, la desi– dia del alma popular en atender a esos pasillos internacionales que, mal custodiados, han hecho del suelo ibérico "un parque de entrete– nimiento de cuantos han querido visitarnos" (33). Pero sobre estas debilidades se impone de modo incuestionable nuestra condición de peninsulares, "con espíritu territorial" propio y con psicología po– pular definida por nuestro suelo; no resta sino pulsar-discurriendo la mano sobre esta piel de toro que es España-la vitalidad de ese espíritu y escuchar atentamente su voz. En primer lugar debemos describir el comportamiento del territo– rio en relación con los demás países. ¿Cómo ha solucionado España los problemas surgidos en el roce con otros pueblos? Paradójicamente del modo más contrario a su "es– píritu", pero esto lo veremos más adelante. Ahora queremos respon– der como si de hecho hubiera sido fiel a las directrices de su geogra– fía peninsular. Dice Ganivet: "El espíritu peninsular conoce cuál es el punto dé– bil de su territorio, porque por él ha visto siempre entrar a los inva– sores; pero como su espíritu de resistencia y previsión no ha podido (28) A. GANIVET, o. c., t. I, pág. 643. (29) Idem, o. c., t. I, pág. 801. (30) Idem, o. c., t. I, pág. 764. {31) Idem, o. c., t. I, pág. 119. (32) Idem, o. c., t. II, pág. 176. (33) Idem, o. c., t. I, pág. 119.
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