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- 33 a los níños, suscitamos en sus corazones sentimientos de energía y heroicidad, les hicimos presente cómo Dios y la Patria los miraban con ojos de complacencia, y les invitamos a perseverar fuertes y firmes en la voca– ción para ser ahora los auténticos heraldos de Jesucristo. Sin pérdida de tiempo, había que acabar con la dis– persión de los religiosos y nos pusimos al habla con el valiente general Varela, para que nos cediese una parte del Convento, lo que hizo por escrito inmediatamente. Mas los frailes pusieron algunos reparos en habitarlo, y entonces sostuvimos interesantes gestiones con el se– ñor Alcalde, para que nos diera las habitaciones que es– tán junto a la iglesia de los Remedios, las que, no sólo concedió en el acto, sino que mandó limpiarlas y adecen– tarlas a su cuenta. Por temerse posteriormente algunos roces, renunciamos a ellas y le pedimos una Casa-Colegio en la calle de San Agustín. Con toda generosidad nos la entregó, y allí comenza– mos a instalarnos el dia 20. Pero una Comunidad de cerca de cincue:Jta miembros no cabía en ella, y, sin de– cir nada a nadie, comenzamos a buscar una que reunie– ra las condiciones de amplitud, decencia y seguridad que requerían los religiosos y los niños, ya que por algún tiempo no podíamos pensar en el Coiwento por ser nece– sario a las tropas, pues por su situación estratégica es el dique que sostiene a los rojos para que no avancen ha– cia Antequera. La Provincia, al prestar este servício a nuestro heróico ejército, se siente orgullosa y llena de sa– tisfacción, ofreciendo morada a los generosos soldados, que ofrecen su sangre para defender nuestras vidas y el honor de la Patria. Quiso el Señor, y lo tenemos por un milagro, que en los últimos díHs de agosto lrnllásemos una casa tan pro– pia para nosotros, que se podía instalar en ella estable-

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