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19 - dedicó una calle, procediéndose a descubrir la lápida. Habló, en representación de la Provincia, el M. R. P. Se– bastián de Ubrique, Guardián del Convento de Se,·illa, pues la noticia del acto no llegó a nuestro conocimiento hasta después de celebrado. Dijo que las campanas de Valencina habían doblado a muerto; pero debían repicar a gloria. El martirio no es una desgracia, sino una victo– ria, y la Iglesia cuenta la fecha de la muerte del mártir, como el día de su nacímiento en la inmortalidad. Describió sus tres amores: a la Orden Capuchina, a Sevilla y a la Virgen de la Estrella. Recordó a su ancíana madre la aparición de Santa Inés, mandando a su madre que no la llorara. A los niños les dijo que vendrá un día, en que el mártir tenga en Valencina una imagen y un altar, previo el juicio de la Iglesia, y que desde ahora Valencina tiene en el cielo un protector. A continuación habló el Sr. Párroco, describiendo los días trágicos que en julio pasó Valencina, y que, co– mo no hay redención sin sangre, la regeneración del pueblo se debe al sacrificio de su sangre generosa. Clausuró el acto el Sr. Alcalde, expresando el amor del pueblo de Valencina a su márttr e hijo predilecto. Ahora le dedicaba una calle; en el porvenir le dedicará un altar; y su sangre será el cimiento de una España nueva, regenerada por el esfuerzo de los heroes. Dió vi– vas a España católica, al P. Luis de Vaiencina y a la Virgen de la Estrella. El homenaje, dentro de su sencillez, no pudo ser más emocionante. Hombres, mujeres y niños lloraban.

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