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- 14 - calado algunos de sus amigos los altos puestos de la na– ción, por haberse sumado al Frente Popular, indignado por su traición con la Patria, ni los felicitó, ni volvió más a escribirles. En aquella figura esquelética y demacrada, que ha– cía recordar la de un San Pedro de Alcánlara, el móvil de todas sus acciones fué el amor ferviente a su Orden Capuchina, y su único pensamiento, la formación de la juventud de la Provincia de Capuchinos de Andalucía, de la que fué benemérito bienhechor. Quien había llevado una vida llena de méritos y de trabajos, no había de terminarla de un modo vulgar, si– no heróico y extraordinario, y Dios le ha puesto broche de oro con la palma del martirio. Cuando se presentó el Comité de los rojos en el Convento de Capuchinos, el día 6 de agosto, a la caida de la tarde, exigió la presen– cia de los miembros de la Comunidad. El P. Angel, dán– dose cuenta de que se trataba de dar muerte a los reli– giosos, como Superior, se presentó el primero. Tuvo ánimos para arengar a los asesinos, hablándoles de la caridad de Cristo y del bien que hacían los religiosos a cuantos se acercaban a ellos; les reco1dó que él había pasado toda su vida haciendo benefícios a los obreros, y les preguntó: -¿Por cuál de estos beneficios me váis a fusilar? Se conmovieron con esto aquellos hombres, fieras envenenadas; rero uno de ellos exclamó: -«Basta de palabras, y a salir.» Entonces, el P. Angel avanzó, abrazado al Crucifijo, y se dirigió al lugar del martirio, al pie del bellísimo monumento de la Inmaculada, en la explanada del Con– vento, y allí recibió, con los demás compañeros, hinca– do de rodillas, la descarga fotal que les abrió las puertas del cielo. El cadáver del nuevo mártir quedó sonriente,

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