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486 Fr. SATURNINO ARA, O.F.M. Cap. b) La minoridad y el servicio ministerial de la mujer La mujer, como dice el Mensaje final del Concilio, ha encontrado e;:i la Iglesia la mejor defensora de su dignidad y de la «innata igualdad con el hombre». A partir del Concilio participa más activamente en las decisiones de la Iglesia. Y hemos de reconocer que la Iglesia, como ha sucedido en otros campos, ha estado condicionada, también de hecho, por las circunstancias culturales e históricas en relación con el papel activo de la mujer en el seno de la comunidad eclesial. Hay otra cuestión de hecho en la exclusión de la mujer de las acti– vidades de mayor responsabilidad o ministerios mayores. Se conceden estos en razón del sacramento del orden. El sacerdocio, por una cuestión de principio del pensamiento católico, se ha convertido en una práctica que no parece prudente pueda ser modificada: se concede sólo a los hombres. Los estudios teológicos avanzan por nuevos derroteros. Se habla de carismas muy variados en la Iglesia, no siendo único ni principal el del ministerio. La mujer es receptora de esos carismas y en base a los mis– mos se ha alineado e integrado en igualdad con el hombre en compro– misos proféticos, evangélicos y litúrgicos, dirigiendo asambleas de oración, reuniones religiosas, instrucciones catequéticas, asistencia a enfermos, dis– tribución de la Eucaristía, etc. Para la mujer cristiana, seguidora de la vocación franciscana, todo esto que se presenta como conquista y liberación de la mujer, supone una nueva conciencia de responsabilidad en ese su caminar hacia la realización plena y total del ideal de Francisco de Asís en su faceta de minoridad y fidelidad a la Iglesia. Cuando Francisco de Asís ve a sus Hermanos y Hermanas enrique– cidos con un carisma o gracia del Señor, les aconseja: «Sed siempre su– misos y obedientes a los prelados y clérigos» 12 • Y les recuerda: «Nosotros hemos sido enviados en ayuda de los clérigos para salvar las almas, su– pliendo lo que ellos dejan de hacer. Cada uno recibirá el premio no según el cargo que ha tenido, sino según el trabajo que ha ejecutado. Sabed, hermanos, que a Dios agrada sobremanera el bien de las almas y que ese bien se consigue mejor con la paz que con la discordia entre los eclesiásticos. Si estos impidieren la salvación de los pueblos, del Señor 12 Espejo de Perfección, núm. 87.
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