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(8) CARLOS DE VJLLAPAD!ERNA pagano exigía por parte del hombre una postura de aceptación, una fe. El conocimiento que Dios concedió a los hombres a través de las obras de la creación era suficiente para llevarlos a una decisión responsable, para orientar y realizar su proyecto vital. Pero los hombres no quisieron hacer de este conocimiento la norma de su vida, rehusaron dar a Dios el verda– dero culto y se inventaron su "propia religión". Como trágico y doloroso resultado, los hombres "se perdieron en vanos razonamientos y su insen– sato corazón se cubrió de tinieblas. Alardeando de sabios, se hicieron ne– cios y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por la reproducción de la imagen del hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles... " (Rm 1, 18-32). Se produjo un funesto trastrueque: cambio del Creador por las creaturas, de Dios por los ídolos. Este cambio origina el dislocamiento de la propia naturaleza humana y el hombre cae en lo innatural, en la aberración de todo lo que se refiere a lo corporal, a lo sexual, a lo jurídico y a lo social (Rm 1, 26-32). Pero aún hay más: la suprema y definitiva aberra– ción consiste en que el hombre aplaude a cuantos practican semejante conducta (1, 32). Las resonancias de las frases paulinas en nuestro mundo actual son ciertamente escalofriantes y aleccionadoras. 10 En segundo lugar, por lo que respecta a los judíos, que se jactan de poseer la ley mosaica, manifestación de la voluntad de Yahvé y guía de su conducta, la acusación de Pablo es igualmente grave: los judíos tienen la ley, pero no la observan (Rm 3, 12). Sin el evangelio, todo el mundo está bajo el poder del pecado (Rm 3, 9). En Romanos 5, 12-21 Pablo, sirvién– dose de una tradición judía, según la cual la tribu, el clan o el grupo humano está marcado por el padre común, la humanidad lo está por las acciones de Adán, su primera cabeza. Esta tradición le sirve de transfondo y de medio de argumentación para destacar la salvación universal realizada por Cristo. La trágica situación de la humanidad adamítica halla en Ro– manos 7,14-24 su punto álgido: "Porque sabemos que la ley es espiritual y, en cambio, yo soy carnal, vendido al poder del pecado. No comprendo mi proceder, pues realizo lo que no quiero y hago lo que detesto. Aunque hago lo que no quiero, reconozco que la ley es buena. En este caso no soy yo quien realiza la obra, sino el pecado que reside en mí, es decir, mi carne, puesto que el bien que quiero no lo hago, sino que cometo el mal que no quiero. Si, pues, realizo lo que no quiero, no soy yo quien realiza esto, sino el pecado que reside en mí. Así experimento esta ley: Cuando quiero hacer el bien, es el mal el que se presenta ante mí. Porque me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero experimento en mis miembros 10 G. BARBAGLIO, ob.cit.. 199-200. F. MussNER. Trarndo sobre los judíos, 207-208. J.M.ª GONZALEZ Ruz. ob.cit., 128-129. 20

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