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Ol3R".S DE LA LEY Y LEY DE CRISTO SEGL 1 N SAN PABLO (29) creación. Como quiera que en Cristo mismo ha venido el nuevo Reino de Dios, la nueva creación, en él se han manifestado también las exigencias más radicales y absolutas del nuevo reino. De ahí que la ley de Cristo equivale al llamamiento a seguirlo, que una y otra vez hallamos en los evangelios. Y este seguimiento se plasma y resume en el amor a Dios y al prójimo. El amor es la recapitulación de los preceptos, la quintaesencia de los preceptos singulares y concretos, en donde éstos hallan su unidad y sentido último. Esto incluye que los preceptos no son anulados, sino trans– cendidos y purificados por el nuevo ser en Cristo, plasmado en el amor. Para evitar que el amor se reduzca a un sentimentalismo estéril, a una difusa misericordia o a un alarde romántico improvisado, se necesitan ins– trucciones concretas y claras que orienten y contribuyan a la plasmación del amor. La teología de Pablo acerca de las "obras de la ley/ley de Cristo" encierra una actualidad permanente y aleccionadora. Nos pone en guardia contra el formalismo religioso y el anquilosamiento de la fe en ritos escle– rotizados. Pablo lucha contra la orgullosa pretensión del hombre que con– fía en sus propios méritos para erigirse en norma y medida de todas las cosas. Nos recuerda que el evangelio no se identifica con ninguna cultura, sino que las asume todas para discutirlas e iluminarlas. Su teología es una clara condena de los fundamentalismos religiosos y étnicos. Es una lla– mada universalista y antiracista: "Ya no hay judío ni griego, ni siervo ni libre, ni varón ni hembra, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gl 3,28). Esta fue la función integradora del evangelio en los orígenes y deberá seguir siéndolo para que la fe cristiana se convierta en fermento fecundo de individuos y pueblos. Pablo relativiza toda ley en función de la nueva creación en Cristo. Quizá sea el primer escritor cristiano que se dio cuenta de que la libertad requiere normas y orientaciones concretas para su realización. Pero éstas no son inamovibles, sino que deben analizarse críticamente a la luz del amor, renunciando a ellas cuando no hay posibilidad de que sirvan a la concretización del amor. El amor será siempre el criterio supremo de la conducta cristiana. c.\RLOs DF V1LL.\PADIFRNA 41

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