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(22) CARLOS DE V!LLAPAD!ERNA sobreabundó la gracia, para que así como reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia por la justicia para vida eterna, por Jesucristo nues– tro Señor" (Rm 5, 20-21). La intención de Pablo consiste en describir el pecado, tanto en su actividad, como en su potencialidad. La ley le sirve de ocasión o de apoyo para su argumentación que tiene como centro el pecado. Tampoco el raciocinio de Pablo recae sobre la necesidad y bondad de la ley, sino sobre su impotencia para liberar al hombre de este círculo infernal de pecado y de muerte. Por eso concluye: "iPobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo, nuestro Señor" (Rm 7,24). Sólo la gracia de Cristo puede romper el cerco en que se halla el hombre bajo la ley: " ... la ley del espíritu, que es vida en Cristo Jesús, me librará de la ley del pecado y de la muerte ... Dios, enviando, a causa del pecado, a su propio Hijo en una carne semejante a la de pecado, condenó al pecado en la carne, a fin de que la justicia prescrita por la ley se cumpliese en nosotros, que cami– namos no según la carne, sino según el espíritu" (Rm 8, 2-4). El "espí– ritu" solamente, "que es vida en Cristo Jesús", puede realizar la voluntad de Dios transmitida por la ley. Ahora se comprende la pregunta de Pablo: ¿por la fe, pues, anulamos la ley? De ningún modo, sino que confirmamos la ley" (Rm 3,31). La ley hace experimentar el pecado al hombre y, de este modo corrobora la culpabili– dad de todos" (Rm 3,20), pero a la vez y, rebasándose a sí misma, atestigua la justicia de Dios por la gracia: "Pero ahora, independientemente de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la ley y los profetas" (Rm 3, 21). 35 Aunque es cierto que el hombre se justifica por la fe en Cristo y no por las "obras de la ley" (Rm 3), la ley no ha sido anulada y tiene un impor– tante papel que jugar. Por ejemplo, proporciona el criterio por el cual Dios juzgará al pueblo (Rm 2, 12-16). La ley, juntamente con los profetas, testifi– can la nueva justicia de Dios a través de la fe en Cristo Jesús (Rm 3, 21-22). Una nueva revelación ha llegado, que manifiesta que la actividad de Dios en Cristo es el fundamento escatológico de su actividad anterior y pre– sente. La muerte y resurrección de Jesucristo es la base del perdón divino de los pecados tanto antes como después de la venida de Cristo. El don del Espíritu hace posible una existencia que no lo era antes de la obra de Cristo y gracias al Espíritu se realiza lo que la ley exige (Rm 8, 2-4). Así, 35 G. BoRKKA:;1:-L Cambios en la comprensión vétero neoteswmemaria de la ley, en "Estu– dios sobre el Nuevo Testamento", Salamanca 1983, 360-361. 34

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