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vo a insinuar que en ese problema concreto, no son fórmulas lo que se ne– cesita, sino algo mucho más profundo y más escaso: espíritu>. Sí, espíritu. ESPIRITO DIVINO que sople y vivifique cristianamente el mundo femenino del trabajo eu todos sus matices. Ante la insoslayable ne– cesidad del trabajo hay que elegir entre esta disyuntiva: ser vencidos por el trabajo, o santificarlo. Y ha sonado una hora providencial para conseguir, para conquistar esta meta. El P. Jacinto de Fontanil, Capuchino, secundan– do las orientaciones pontificias, ha puesto manos y alma, corazón y vida, en la fundación de las CAPUCHINAS MISIONERAS DEL TRABAJO, justifica– ción religiosa aprobada por el Exmo. Sr. Obispo de Santander. Si su origen y primer fundamento lo tuvo en una Asociación piadosa de sirvientas, no se limita exclusivamente a esta finalidad. Aspira a llevar la vida religiosa a todo el ámbito del trabajo propio para la mujer. Dentro de las páginas de este folleto encontrarás, querido lector, los primeros fundamentos de esta gran obra religioso-social. Te convencerás, y la apoyarás decididamente.

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