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Presentando una Empresa ... a lo divino Por el P. PACÍFICO DE POBLADURA «No he venido a ser servido, sino a servir» A BORDANDO el tema con criterio cristiano, ninguna persona humana puede situarse con ánimo insemible e indiferente ante la problemática vital que encierra esta palabra: TRABAJO. A ella van, entrañablemente unidas , una Ley divina y una necesidad humana. Persiste todavía hoy, con consecuencias de drama y de tragedia, el con– cepto del trabajo «como maldición ». De una forma o de otra, la condenación bíblica resuena en las cuatro esquinas del mundo. Pero esta interpretación es incompleta. Si encontramos una maldición bíblica para el trabajo en el Antiguo Testamento, también tenernos que admitir una redención cristiana del trabajo, considerado éste en la denominación más amplia de sus múlti– ples facetas. ~No he venido a ser servido, sino a servir> . Lo dijo Cristo. Y Cristo no se equivocó. Pero en nuestra hora actual la humanidad que vive y actúa bajo el signo laboral, en su casi totalidad, obra con un sentido descristianizado del tl'abajo. Es la gran ~ombra amedrentan te, injusta e irremediable, de la vida; y la per– sona trabajadora reducida -tal vez a ello le obligaron- a la condición infe– rior del resentido o a la infrahumana oel esclavo. Pero tenemos que delimitar campos laborales. Por imperativo de la fina– lidad práctica que persigue este artículo, quiero rderirme al sector femenino en el trabajo. No hace mucho leía en una revista española, católica de van– guardia, unas frases de urgente y laceran te realidad. Se refería al problema social de las m11chachas de servicio, ese pequeño proletariado casero con el que se trata todos los días y en donde de un modo más inmediato se pueden ejercitar, aún sin ser patronos ni empresarios, todos esos consejos y obliga– ciones que damos y recordamos, con obligatoriedad ~ristiana , a loR empresa– rios y a los patronos. Señalaba la carencia de ambi e nte familiar qu e sufren esas chicas; su falta de independencia dentro de la familia a la que sirveu. Y compara la preferida condición de la muchacha obrera con la de la sir. vienta. Y añade el comentarista: «Ahí está el artículo. A medio hacer, como todos los artículos cuyo final ha de poner el lector con su conducta. Me atre-

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