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' allí, donde el santo corazón palpita, un rubí de fuego ¡cómo refulgía! Tu císnea cintura parecía aún tímida temblar, como palma que el desierto admira, recordando acaso los lirios de vida que el Arcángel rubio te trajo aquel día. Y en tus manos bellas llevabas divina el Pan del Misterio y el Cáliz de Vida y todas las vírgenes, al andar, decían ¡Virgen Sacerdote! .. . ¡Cantad a María! Y el cielo y la tierra Soñaban de dicha. Por fin se acercaron, entre melodías, a un altar de rosas, que en el campo había. En dos suaves bandas • se abrieron las filas, ciñendo el altar, como estrellas vivas, y sobre las rosas, que el altar hacían, dejó el pan y el vino la Virgen María. - 66 -