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de memoria infausta, a tu Amor miraste que a morir marchaba ¡y murió, María, por mi cruel espada! No lloraste entonces¡ quedaste extasiada. Por tus hondos ojos sólo Dios pasaba. Y aquel día negro sin sol, ni esperanza, sin luna ni luces, sin cielo ni galas, no osó referirte sobre tu Amor nada. Tan sólo la noche se atrevió embozada a decirte, muda, que sin Hijo estabas... Ya sé, Dolorosa -que así Tú te llamas– ya sé por qué lloras, ya sé por qué callas y no me respondes, sofocada en lágrimas. Yo tengo dos madres que tienen un alma y que juntas vierten; si peco, sus lágrimas. Las dos dolorosas, las dos traspasadas, de cuyas heridas amor sólo mana. Por eso, ¡mi Virgen, de las pasionarias! - 61 -