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¿Sabes, hijo mío, que el amor es ciego, medio ángel y niño? -¿El es niño, madre? -Por siempre, hijo mío. Y ¡sie111pre con venqa! Mas entonces quiso Dios que, al inclinarse el sediento niño, cayese la venda y vió el cieguecito de repente el cielo, la luz y a sí mismo que temblaban juntos en el terso líquido. Mas la luz tan viva y el verse a sí mismo tan bello en lc1s aguas hizo daño al niño; y sus tiernos ojos lloraron heridos. De entonces, la fuente del bosque sombrío corrió con el llanto del Amor qivino. -Pues madre, yo nunca esa fuente he visto y he cruzado el bosque pasito a pasito. -Es que aquella fuente, querido hijo ·mío, se secó una tarde - 52-
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