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DEL AMOR Y SUS ASPECTOS ÉTICOS 9 psicológica del amante en el amado; pero en el divino es una tras~ ferencia ontológica, esencial o accidental, según que tenga como término las Divinas Personas o las criaturas. Difícilmente se le pudo ocurrir a Aristóteles otra concepción que la del "esse ", no habiendo llegado al concepto de creación. Para él el mundo no tie– ne relación con Dios: existe, es sin que sepamos bien cómo. Pero esto resulta, para urn cristiano, insuficiente. Ahora bien, el amor es una ley de unidad, y esta ley de unidad se encuentra en la creación entera con diversas manifestaciones. Se manifiesta estupenda y misteriosamente en Dios Trino y Uno; y de esta manifestación divina. de ese amor difusivo y liberal, toman analogía las demás. Tal como podemos concebirlo, los ángeles y los hombres reflejan en perfecta analogía el misterio del amor di– vino, en razón de ser imágenes y semejanzas. En la creación irra– cional lo comprendemos peor ; encontramos solamente vestigios y sombras del ser amoroso de Dios. Pero a pesar de tenerse abandonado el estudio del cosmos co– mo amor, quizá podamos indicar alguna lejana analogía. Recordan– do que el amor es •fundamentalmente una ley de unidad, encontra– mos qne esa ley se llama en física ley de gravedad. del peso, de amor al centro; en química, ley de cohesión: en música, ley de ar– monía; en artes plásticas. ley ele simetría ; en biología, de atracción de sexos ... Y todo esto es así porque la esencia del amor es ser nexo -nexo de las cosas entre sí; el "todas las cosas se aman" (8), de Osuna-: pero, sobre todn. nexo de la creación con Dios. Estas observaciones pueden ayudarnos a interpretar mejor el sentido del amor y a comprencler sn alcance r'.tico en razón de su estructura ontológica y teológica. 3) El amor J' los valores.-Esta característica ele universali– dad propia del amor hace más interesante y obligatorio el colocarle en el exacto lugar que le corresponde dentro de la jerarquía de va– lores. Porque el amor, lejos ele llevar consigo un juicio de valor moral y útil de cada objeto, es también en sí mismo un valor. Hay, pues, dos aspectos valorahles ele! amor: él en sí mismo y la apre– ciación connatural que lleva consigo. Esa apreciación nace, casi exclusivamente, de una reacción que sufre lo que San Buenaventura llama "ojo exterior" o sentido ex– terior ante el objeto, en coordinación con apeticiones anteriores vagamente predefinidas por el "ordo amoris". Es una función de la inteligencia con connotación de amor. (8) FHANCISCO DE OSl!;<;A, o. F. 1\-!., Lt'!J df' Mll01' snnto, ('. :15 (Prli<'.. ll. A. c.: Mis– t,cos Frandscmws, tom. I, Madrít!, 1~•8), pág. ::,30.

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