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DEL AMOR Y SUS ASPECTOS ÉTICOS 7 de deseos, motivos ... , que influyen decisivamente en la formación de eso que se ha llamado ideología y que es en gran parte la ex– presión intelectual del propio "ordo amoris" : una cardiología. Y es que el amor no es sólo una estupenda disposición para conocer -hecho indiscutible que aplica la pedagogía en sus estudios de orientación sobre la vocación profesional-; es también como un instinto c¡ue despierta vivamente la facultad intuitiva. Por otra parte, como el amor es esencialmente concreto, su influjo es más considerable. San Buenaventura advierte con frecuen– cia la influencia de este conocer afectivo en la ética. El escribió que "la rectitud de la mente consiste radicalmente en el amor" (4), lo cual tiene valor en el orden gnoseológico como en el ético. Como hemos de ex•plicar después, esto es cierto porque el amor implíci– tamente está siempre enderezado hacia Dios. sobre todo dentro de la economía cristiana. Pero en un plano puramente natural es cierto también lo con– trario : que el amor es un elemento radical de falsedad mental. Y esto lo reconoce también San Buenaventura. Es más, piensa que ocu– rre con frecuencia: "Affectus pervertit saepe iudicium rationis" -El afecto pervierte frecuentemente el juicio de la razón- (5). No que el amor pueda ser formalmente falso, pero sí que sea cau– sa dispositiva de falsedad. Hay una razón psicológica de esa interferencia cordial en fa mente, que el mismo Santo nos da en lugares paralelos. Es la "in– tentio" (intención), cuyo valor impulsivo en los procesos intelec– tuales no se tiene suficientemente en cuenta. Esta "intentio" no es algo independiente, sino que es -hablo de la intención-anhelo, no de la intención-propósito- una expresión del íntimo "ordo arnoris" que lleva cada persona, cierto peso connatural. Como suele llevar consigo una secuela inevitable de prejuicios, l;¡ razón de– berá imponer su censura; si esos prejuicios llegan a admitirse co– rno verdaderos, pueden ejercer un i111flujo pernicioso en la con– ducta reafirmando posibles desviaciones del amor. Por eso interesa inmensamente para la pedagogía del amor una buena educación del juicio sobre este tema, teniendo en cuen– ta que "los afectos -decía el Doctor Seráfico-- no nacen sólc de juicios ciertos, sino también de sospechas y estimaciones fal– sas" (6), que se originan en ese fondo oscuro y complejo que nr} sabemos llamar aún con nombre propio. (4) 1l Sent., d. 3, p. II, a. 3, q. !, acl ron<'!.; II, 125. (5) Comm. tn Eccles., c. II, vers. 10; VI, 23. (6) Il Sent., d. 21, a. 1, q. !, ad 4; II, <104.
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