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DEL AMOR Y SUS ASPECTOS ÉTICOS 29 dam habilitate et rectitudine respectu boni ", y que coloca a la cria– tura en un plano amoroso radical y metafísico, puede eliminarse por el pecado. Cuando esto sucede se niega la subordinación a la gracia que le es necesaria, es decir, se rechaza la tendencia ontoló– gica •fundamental que nos lleva a Dios y la imagen natural del amor que Dios puso en nosotros. De aquí precisamente arranca el valor de esta tendencia amo– rosa y el pecado de su represión por el mal ético. El amor es una efusión del ser íntimo de Dios, que es amor. Lo más íntimo y profundo de la divinidad es amor expansivo y pro– ductivo, que se manifiesta en las procesiones "ad intra" y en la creación y deificación "ad extra". Esta es la gran verdad del cris– tianismo: Dios es amor, la forma personal de la "agape" conside– rada como realidad trascendental e identificada con el "eros" que es en El subsistente. De este amor participa la criatura. Pero como el amor humano puede torcerse, en la actual economía necesitamos además la cari– dad, cuya finalidad teológica es obrar a lo divino (7.¡.). De otro modo, la tenclencia.risicológica que debe acompañar a la ontológica se vería frustrada. La dificultad de realizar esa tendencia proviene, entre otras cosas, de lo costoso que es al hombre entregar su amor total. A pe– sar de que el amor exige una forma real concreta para actuarse, y ésta es, u1 última instancia, Dios, el hombre no admite ese amor si no está acompaífado de determinantes psíquicos como son la sensación y la representación ideal. Ahora bien: a Dios no le sentimos naturalmente, ni aun noc; le podemos representar, porque no le hemos visto. Cuando yo guardo fielmente el recuerdo y el amor de un amigo ausente es porque puedo recordarle, contemplar su foto, actualizar la representación ideal de su persona; pero de Dios nada de esto es posible. Hemos de hacer teológico el amor humano, pero esto sólo se logra enamo– rándose de Dios a base de pensar en EL La gran solución divina del problema la dió el Señor decretando la Encarnación del Verbo; el amor de Dios es un entender acordándose, y éste es un objeto bien digno de recuerdo (75). Así, Cristo, a la vez que revaloriza y redime el amor humano, (74) In Hex., col. II, n. 13 (V, 338; eliíc., B. A. C., III, 213\. (75) De regn9 Det, n. 12 (V, 542; cdic., B. A. c., III, 683). As! lo afirma expltc:1- tamente San Buenaventura: "Pt ab amore inordinato creaturae ad suum amorem rc– duceret." Indudablemente, esla visión de la E'lcarnación encaja perfectístmamente en la teorfa franciscana ele la razón de la Encarnación.

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