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26 FR. JULIO DE AMAYA, O. F. M., CAP. prudencia, 1111 amor sabio. Las características del amor-virtud son· en la templanza, la pureza y la incorruptibilidad; en la fortaleza, el de~pego de las cosas y la superación del dolor; en la justicia, el estado de servicio debido al Seftor; en la prudencia, la vigilancia y estado de alerta sobre las provocaciones exteriores (63). Así como en cada -virtud podemos investigar su expresión amo– rosa, i¡c;ualmente en cada Yicio; por ejemplo: la codicia es un amor privado tkl bien particular; la amhici,'111, un amor de devaci/,n de la ,propia person;:.; el temor. 1111 amor que huye ... To;'o el 1 o t\~ sig– no ck 1111 anior qt,:: ,-;,' ;1dhier-: a ~.í mi~mo y no a la Suma B, ,n– dad ((í..¡.), es decir, de un amor 11ue trastorna el "ordo amoris" justo y objetivo. Porque a cada objeto le toca un lug-ar en la jerarquía de valo– res amables. y si nuestro amor le coloca en ese lugar, nuestro amor es bueno, y es malo en la medida que le distancia del mismo. Fste trastorno es total en b idolatría y parcial en el enamoramiento al- ._ gunas n°ces, cuando éste impone en el snjeto una limitación psi– cológica mayor qnc la qu" el Seiior disp115o. Fn todo caso, de ese amor recibe su denominrtción ética el acto humano. 3') El amor 3' la pcrfccciiÍn étic,1.-Pero el amor no sólo de– termina éticamente a h olira, ~ino q:w k da su valor también en orden a la 1Jc·rfcc,:i,'m lmman;L _\sí cu,no la fa:ta de amor es --en p,Jtrnri:,--- wn nrirnt;,ci,'Jn al nr:1. <)1:;ern i1;sic;h· al1~0 en esto. de– terminando a grandes rasgos el \·alor del amor como fuerza onto– lógica hacia la per fccción, la necesidad que tiene de una ayuda sobrenatural para cnnseguirla y el valor coordinador de esa vir– tud divina en los afectos. El amor tiene razc'ín ele fin, así como hemos visto que la tiene de principio. San Duena,;entnra lo expresa así: "Amor secundum imperfectionem statns est omnium afiectionum principium, secun– dum snam perfectionem est onmium affectionum terminus finalis et comp!ementmn" (63), por d cual bs obras humanas se consu– man rn la perfrcci{111 y t:~ta en el premio. Esto no tiene s¿Jo valor en e,:ta vida. Se apunta a la vez la tesis franciscana de que el amor, que constituye la esencia de la perfección moral en el mundo, cons– tituye en la gloria el elemento esencial de la bienaventuranza. Así se confirma una vez más la concepción de la vida humana como una analogía de la divina. Por eso dijimos antes que la finalidad ética del amor estaba en función de la perfección humana. (6:J) AGUST!N, S.: Costumbres de la Iglesia Católica, caps.• 15, 18 y sigs. (Edlc. B. :\. C., Obras, IV, Madrid, 1948), págs. 293-325. /04) De mysterto Trini/tllis, q. !, a. 2, r. 9 (V, 52; edle., B. A. C. V, 125). (55) III Sent., d. 26, a. 2, q. 3 ad 2 (III, 574).

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