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DEL AMOR Y SUS ASPECTOS ÉTICOS 25 toda operación; al menos coloca al individuo en 1111 plano de in– moralidad, aunque este plano pueda ser corregido en cada caso en acto segundo. Por otra parte, el denominativo moral impuesto por el amor es corroborado por una nueva especificación que aho– ra proviene ya del objeto. Aunque en un principio el objeto no interviene para calificar al amor, sí interviene cuando éste se ha declarado ya sobre él. "A malitia existente in objecto magis depravatus actus volendi quam actus intelligendi" (6 I), porque el amor, al unirse más íntima– menté al objeto qne el entendimiento, le reitera en cada m01,1trnto su adhesión, reproduciendo en cada instante el desorden primitivo. De ahí que objeto y sujeto puedan predicarse moralmente uno de otro bajo la misma denominación, lo que no cabe en el conoci– miento. El entender es falso por entender algo falso, pero no es bueno por entender alt211 bueno. En el amor se da una conversión correlatiYa. Claro que esto es así, no sólo porque el objeto califique y es– pecifique al amor ~ticarnente, sino también porgue al darse la trans– •formación entre sn_idn y ohjeto tras-pasamos a veces a éste el ca– lificafrrn que merece aqnél y luego le hacemos reo del delito o al menos rnntivo del mismo. Lo cual no es cierto, porque to<los los pecados salen de dentro; to(lo el bien y el mal del hombre está en sn corazón. Hemos de tener igualmente en cuenta que el desorden del amor no proviene del valor cuanti1 :üivo absoluto que concedamos a una criatura. Quizá no podamos nunca ama,· demasiado. lTn amor no es malo por amar demasiado, sino por hacerlo de mala manera, por su calidad o, si se quiere, por su cuantidad, no absoluta, sino en relación a la jeran1uía de valores del "ordo amoris" que Dios impone. Por eso el pecado consiste en el desorden del amor (62). desorden que es una cualidad, en sentido predicamental. Ahora bien, el amor es un acto de entrega que, al darse, comu– nica a su signo expresivo la denominación de bueno o malo; y esta bondad o malicia se especifica en determinadas virtudes o vicios. según las modalidades que impone el objeto sobre el que el acto recae. Por razón de la "habilitas" de que antes hablamos debería ser más frecuente la virtud. Cuando el acto es virtuoso, el amor recibe diverso nombre, se– gún las diversas funciones: la templanza es un amor íntegro; la fortaleza, un amor valiente; la justicia, un amor equitativo; la (Gl) JI Sent., d. 34, dull. l (II, 16). Cfr. ibí., d. 7, p. II, a. 1, (]. 1 (II, 191\. (G2) III Sent., d. 27, a. 1, q. 4, ad rnnrl. (Ill, 001).
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