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DEL AMOR Y SUS ASPECTOS ÉTICOS 19 según el cual el amor está en el mundo para que todo viva en co– nexión dentro del universo, intuición que, bajo el punto de vista natural, fué un sondeo profundo en la consideración ontológica del ser como amor y de sus analogías. En sentido más restringido, San Buenaventura pone el amor en función del trabajo, tanto en el orden natural como en el sobrenatural. Veladamente advierte también su valor social. Pero, en concreto -lo que ahora nos interesa-, ¿ cuál es su fi– nalidad ética? Es e;;idente que esa finalidad debe estar incluída en la finalidad teológica que corresponde al hombre total. Pero po– demos considerar en el amor una finalidad intrínseca y otra ex– trínseca, que corrobora a la intrínseca o la niega, y que es ya una nota individuante del amor de cada persona. Nos interesa la in– trínseca. Observemos ante todo que el amor es esencialmente teleológi– co ; el fin es su constante provocación, al menos de modo intencio– nal. Y si como esencia tiene un sentido finalista, le tiene, sobre tocio, como analogía del ser divino, como mandato de Dios al hom– bre que resume la vida cristiana total. Desde el punto de vista psicológico esa •finalidad es operativa, que se convierte en contemplatiYa bajo su aspecto teológico, y tes– timonial -casi litúrgica-- bajo el aspecto ontológico. Nos interesa es,pecialmente la finalidad operativa, que en su función elemental puede resumirse en esto: la finalidad ética operativa del amor con– siste en hacer fácil lo trabajoso: el deber, la virtud ... Esto se con– sigue mediante el estado de bienestar que el amor crea en el es– píritu, el cual, al absorber todas las actividades de la conciencia, nos sitúa en una actitud operatiya heroica. En esto nos confirma la cualidad dinámica del amor, que he– mos visto. El amor obra con facilidad, hasta el heroísmo. En este sentido repite frecuentemente San Buenaventura que el amor es la custodia de las leyes, suponiendo que sea ordenado. Esta interesante observación tiene especial aplicación en el au– téntico amor cristiano. La vida cristiana se desarrolla sobre el pla– no amoroso en que nos colocó el Evangelio y la participación del Cuerpo Místico. Por lo mismo nuestro amor descansa sobre una orientación ontológica y metafisica que nos coloca ya en dirección amorosa hacia el bien; dirección corroborada y robustecida luego por la caridad. El movimiento de la voluntad no es más que una corroboración psicológica de ese orden teológico-ontológico en que nos encontramos. Por eso dice Cristo que se permanezca en su amor, en la tensión natural de la gracia --en cuanto es amor- ha-
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