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18 FR. JULIO DE AMAYA, O. F. M., CAP. Pues bien, este amor que obra siempre, tiene como objeto ordi– nario la virtud o el pecado. Si la intimidad individual tiene como hase un amor bueno, éste se extenderá en ohras del mismo sürno. De otro modo la moralidad estará siempre en peligro. Pero, ade– más. ese dinamismo conduce a la Transformación.-En eÍecto, la atmósíera con que el amor envuelve al sujeto le transforma. San Buenaventura lo ádvierte escribiendo que el amor transforma y une, no por simple seme janza y conveniencia -coincidencia psíquica--, sino por adhe– rencia del sujeto al objeto (36). Se lle¡:;aba a pensar que el ob– jeto amado ponía un denominati,~o estrictamente adjetivo en sen– tido moral al sujeto, idea que explotaron los escritores de ascé– tica. Y eso es también lo que expresa el famu:,o "más estás donde arnas que donde habitas", glosado tan bellamente por Jesús en aque– lla tan preciosa como corta parábola del tesoro y el corazr'm tan densa y aprovechable para una ascética del amor. Esta transformación se verifica, según el Doctor Seráfico, por una generación expresiva -no sólo difusiva-, que en el orden moral tiene su expresión en la formación de los hábitos mediante la repetición continuada de actos del mismo orden. La transfor-– mación personal se acentúa continuamente con tan pasmosa rapi– dez, que en poco tiempo lleva a juzgar el objeto amado como algo imprescindible. De aquí que los maestros de vida espiritual insistienn en la moderación de deseos y pasiones desde el primer momento en que afloran a la conciencia. De ahí también el gran valor de la ley pedagógica de la sustitución. Sustituir un amor malo por otro bue– no es redimir todo el interior de una persona; es hacerla ajustar toda su vida a una norma nueva de inmensa eficacia. Esa nueva regla irá rig;iendo todos los actos, sea consciente, sea inconscien– temente. Además es ésa la única solución: una actitud meramente negativa de abandono del objeto no la aceptará nunca un hombre enamorado. Y esto, que tiene tanta aplicación en el plano de la mera étira. adquiere valor supremo en los planos de la perfección y de la mís– tica. Es tal la transformación del hombre en este caso, que lleva consigo un trasplante de la psicología personal. Pero volvamos de nuevo a la ética y veamos ya en concreto cuál es la razón del amor en el mundo y cuál es su eficacia. d) Finalidad ética del anior.-Los hombres apenas han pen– sado sobre la finalidad del amor en el mundo. Algo dijo Platón, (3f,) TI! SPn/., <l. 20, ~- 1!1![r'., q. :', ad 6 (Ill, U2). Cfr.: l .~P11/., d. 1G. p. II, flnh. ;:; íI, :,:¡51;
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