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DEL AMOR Y SUS ASPECTOS ÉTICOS 11 hombre. El moral se en1Uncia así: tal amor, tal moralidad. Vamos a observar las interferencias mutuas de ambos aspectos para cons– tatar en sus múltiples formas el hecho de la importancia del mo– tivo-amor en la ética. II.-FoRMAs DEL AMOR Una anatomía de la voluntad en su aspecto dinámico se redu– ciría al esü1dio de esas dos raíces de la operación humana que son la naturaleza y la libertad. Este estudio le doy por supuesto (12). Me interesan las formas que adquiere en esa operación. El amor es una tensión íntima que recoge todas las energías para enfocarlas en la dirección del objeto. Es el ser en plenitud .v éxtasis, que se manifiesta como una energía -consciente o incons– ciente- del "eros" hacia Dios. Como esa energía tiene diversas ramificaciones, da lugar a las infinitas "cosas de amor", que son su fenómeno. No las estudio porque me interesa lo sustancial. Desde la sustancia última y metafísica del amor comprendemos otro aspecto interesantísimo del mismo en el cual insistió constan– temente San Buenaventura y que es el fundamento del hecho que quiero constatar. Esa característica es la de ser el primero de los afectos y la raíz de todos, a la vez que el más nobble por ser el más liberal (r3). Todo el universo es su aspecto visible y tangible, bien como causa y ,principio de hondacl, bien como efecto de la misma. Psíquicamente se manifiesta como un elemento del acontecer que endereza el alma de dentro hada afuera, en contraste con su •fuer– za inhibitoria. El origen del amor no le discuto; se identifica con el del ser. Hoy nadie creerá a Descartes que la causa del amor sea una agi– tación con que los espíritus mueven nuestra glándula pineal. a) El "ardo amoris" .-Pero todo el influjo ético del amor y la multiplicidad de sus formas tienen fundamento en el "ordo amo– ris ". ¿ Qué es el "ordo amoris"? Es el conjunto de la actividad del espíritu y del cuerpo en cuanto dice relación expresiva o cau– sal al amor, entendido en toda su amplitud. Este "ardo amoris" puede entenderse como personal o como objetivo; el primero, tal como se da en la realidad; el segundo, como debía darse, orde– nado teológicamente y purgado de apreciaciones falsas. Podríamo,; clasificarle también ya como natural, ya corno adquirido, según (12) Sobre esto hay abundante b!bllografla. Me complazco en citar el proruntlo estudio de A. PFANDER: Fenomenolo_qía de la voluntad en su versión espa!ll'.lla de M. GARC!A MORENTE, EU!c. Rev. de Occ!d, MadrJd, 1931. (l 3) I Sent., d. !O, a. 1, q. 2, ad concl. (l, 197-98).
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