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52 Pocas veces aceptamos con humildad dejarnos poseer, sin más, de la luz y del calor, lavar del agua purificadora de la lluvia, bañar imaginación y sentidos en el mar, o nos acostamos en la tierra dejándonos poseer por la gracia y amparo que existen en las cosas. No somos nosotros quienes buscamos el río la montaña o el árbol; son el agua, el viento y la sombra y el fruto quienes vienen, nos limpian y nos purifican o alimentan.