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,154 P. ISIDORO DE VILLAPADIERNA dente e indócil, fue la « verdadera cruz y escuela de paciencia » del ])obre vicario apostólico. Sin embargo era el P. Juan Bautista de !sola del Giglio quien había llegado al vicariato en condiciones más lastimosas: amenazado con la suspensión y a punto de ser devuelto a la provincia porque acusado re– petidamente del infamante « crimen sollicitationis »". l\fons Hartmann le recibió y trató con exquisita delicadeza. Siguiendo su regla de oro: « tanti momenti est, ut pastores primi ordinis onmia propriis oculis examinent » 7 , le retuvo algún tiempo a su lado en observación y prueba, al mismo tiempo que le enseñaba los rudimentos del indostaní e inglés. Una seria investigaci(m del caso y los ejemplos contínuos que el P. Juan Bautista dio de piedad y docilidad, demostraron que la acusación fue una calumnia y maligna intervretación 8 • Aquel mismo año le puso al frente de las capillas o estariones misionales de Bhagalpur, Purneah y Monghyr, que contaban un total de 375 católicos; en 1847 le relevó de Punwah 9 • Delicado de salud y desenvolviéndose malamente en inglés e in– dostaní, el P. Juan Bautista trabajó, sin embargo, con gran celo, fervor y fruto, como atestigua la carta que publicarnos. Recrudecida su dolen– cia (úlcera o cáncer de estómago), sintiéndose a las puertas de la muerte, el 26 de junio de 1849 escribió unas patéticas líneas al P. Lorenzo d,' Cento, residente en Patna, a 160 millas, para que acudiera a admini.;– trarle los santos sacramentos 10 • No se había atrevido a llamar al P. Dámaso, qtw se hallaba en Purneah, a 60 millas, habiéndose éste negado caprichosamente en otras ocasiones a confesarle. El P. Lorenzo llegó a Bhagalpur el día 2, cuando los fieles habían ya enterrado a su misio– nero. Poco después, el 26 de julio, moría PI P. Dámaso en un afluente del Ganges, devorado por un cocodrilo. Mons. Hartrnann, tan prudente siPmpre en sus ju@l'icios, no dudó en calificar de castigo divino esta trá– gica muerte' 1 • Es cierto que Mons. Hartrnann sufrió inrnensanwnte ante la inca– pacidad lingüística de sus primeros misioneros, pero daba mayor impor– tancia a la santidad, al apostolado dPI buen ejemplo. De él son estas frases que seleccionamos al azar: « Hic enim nihil profü:iemus, si non 1ilus pxemplo quam verbo 1irovideamus. Non boni religiosi, sed sancti requirerPntur ». << In missione exernplum plus Pst quam sermo, et oratio plus quam scientia ». « Bonus religiosus mediocris tantum missionarius erit » 1 ". Aplicando estos axiomas al P. Juan Bautista, a quiPn Mons. Hartmann definió « optimus pater », << in oratione ac nwditatione assi– duus », « vir mnltis virtutilms ornatus »"', « vir sanctus » 1 1, podemos concluir que en la estimación del vicario apostólico fue realmente un n En la primeras cartas al card. Fransoni y al procurador general de la Ür<kn no hace expresanwnte el nombre del P. Juan Bautista al hablar de « un misionpro » aeusado de dicho delito (cf. !llo11A11ast. cit., 131. 133. 137. 146. 148); su identificación PS ,,vidente más adelante (il,id., 151. 180. 201-02). ,, !bid., 149. s !bid., 146. 148-4D. " !bid., 174. 216. 1 " [bid., 374. 11 !bid., 369s. 373-77. 536-37. 10 Ji,id., 220. 22:l. 22,L 1 " Cartas necrológicas citadas al card. Fransoni y al procurador general clP la Orden. 14 Relación del 18.VII.1850 al procurador general de la Orden (ibid., 542).

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