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I(L I(PISCOP,\D0 ESPA:ÑOL Y L.\S CORTES DE C:\DIZ 45 ve en algunos de los artículos que acabamos de transcribir. En la discusión no hubo ningún intento por parte de los eclesiá~– ticos más celosos y ultramontanos de derogarlas restitu}'endo a la Santa Sede y a la misma Iglesia de España la libertad que el Estado vindicaba tan intransigentemente para sí. Tampoco ha– bían protestado contra ellas - excepto los recursos de fuerza -– los obispos en sus memorias euviadas a la Junta Central en el año 1809 57 . La discusión de la Constitución se terminó el 2] de enero ) en seguida llegaron a las Cortes las primeras felicitaciones. La cuarta fué la del cabildo de Cádiz ( sede vacante) quien en nom– bre de todas las iglesias de la monarquía presenta sus cumpli– mientos al congreso por la magna obra de la Constitución a la que con frases estereotipadas llama entre otras cosas «sabia y pura, tan conforme a las reglas de la razón y de la religión» 5 ". Mayores ditirambos, propios de un mitin demagógico, la dedicó el obispo de Mallorca al consignar el 18 de marzo un e_1emplar manuscrito a la Regencia G 9 _ Las felicitaciones vinieron como una lluvia promulgada la Constitución el 19 de marzo. Entre el de– vado número consignado en el Diario de Sesiones má'., de IJO per– tenecen a personas o corporaciones eclesiásticas; solamente una pertenece a un obispo, al de Canaria~ 00 • No obstante. la~ Corte~ consideraron como gratulatorias las pastorales publicadas por lo, obispos de Jaén y Asila exhortando a sus fieles a la exacta ol' · servancia del código constitucional 61 . m Algunos obispos, entre ellos el de Lérida y Menorca, clamaban en té,·– minos generales contra las limitaciones que las leyes civiles han impuesto a la jurisdicción eclesiástica (ACE, E..xpedientes, leg. 6, n. 0 21 y 22). Contra ln,; recursos de fuerza protestó expresamente el obispo de Calahorra en su memoria antes citada (Ibid., n.o 27). r.s DS IV, pp. 2725-2726. eo A. DE CASTRO, Corles de Cádi:;, I (Madrid 1913), pp. 491-493; DS IV, pp. 2947-2948. Véase cómo terminaba su discurso a las Cortes de vuelta de su cümisión : «i Loor eterno ; gratitud eterna al soberano Congreso nacional ! i Theco– nocimiento perdurable a los señores individuos de la enunciada Comisión !... i Ya feneció nuestra esclavitud! j Compatricios míos, habitantes en las cuatro partes del mundo, ya hemos recobrado nuestra dignidad y nuestros derechos l. .. ¡ Somos eopañoles !. .. ¡ Somos lihres !;, 00 DS VII, p. . ¡7(i7. 01 DS V, p. 3368; VII, p. 4903. Al parecer los obispos americanos mo·,tra– rnn más entusiasmo por la Constitución que los de la península, sin duda alguna por desconocimiento del sectarismo de las Cortes y ¡ior rea,:ción contra h,

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