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22 LA CUitSTIÓN RI~LIGIOSA EK L.\S CORTES DI~ C\.DIZ oficial que la cometió, para lo que se le da de término hasta el día 10 del corriente, en cuyo día si no ha verificado la entrega, se procederá inmediatamente a la ejecución del referido acuerdo». El obispo de Cuenca don Ramón Falcón y Salcedo, presi– dente de la Junta provincial por unánime aclamación del pueblo, entregó más de 118.000 rs. y ofrece 300 fanegas de trigo cada aiio. Don Lorenzo Igual de Soria, obispo de Plasencia, socorrió con 90.000 rs. a la Junta Central en éxodo hacia Sevilla; refu– giado en Monroy (Cáceres) despreció valientemente las invita– ciones que le hicieron para que volviera a la ciudad los genera– les franceses De la Colombiere y Soult; contestación altiva que la Junta Central mandó publicar como ejemplo de patriotismo en la prensa de Sevilla. El renombrado obispo de Santander don Rafael Tomás Menéndez de Luarca, después de aterrorizar a las fuerzas francesas que operaban en el norte, huyó a Astu– rias (noviembre de 1808) y desde allí a Inglaterra, de donde em– barcó para Cádiz. En la bahía de esta ciudad escribe el 2 de julio de 1809 a la Junta Central ofreciendo sus servicios. A fines ele agosto estaba ya en La Coruiia para restituirse en seguida al territorio libre de su diócesis. El tan criticado arzobispo de Santiago don Rafael de J\foz quiz y Aldanate, amigo personal ele los reyes y de Godoy, huyó a Portugal el 19 de febrero de 18o9, disfrazado de patrón de: navío, por no tener que prestar el juramento de fidelidad ai intruso, reintegrándose luego a su diócesis. Por idéntico motivo huyó el octogenario obispo de Segovia don Luis Antonio Sáenz de Santa María, en pleno invierno a través del Guadarrama. Ei obispo de Teruel don Blas Joaquín Alvarez de la Palma en su huída (diciembre de 1809) pone a salvo toda la plata y alhajas de las iglesias para entregarlas a la Junta Central. El obispo de Valladolid don Vicente Soto y Valcárcel informa el 18 de no• viembre de 1808 desde Benavente a la Junta de su huída para no verse obligado a «besar la mano de José Bonaparte, noticia más funesta para el exponente que la misma muerte». Figura hermosa también de patriotismo fué el obispo de Pamplona fray Veremundo Arias Tejeiro, que se negó a escribir una pastoral exigida a favor del rey intruso; no dió curso a ninguno de sus decretos en materias eclesiásticas, contra los cuales reclamó osa-
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