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4. - LA CORAZA DE LA CARIDAD 63 lección? Desecha para siempre la perplejidad y las ansiedades y goza en paz de las penas dulcísimas del Amado» (13-12-1918, 111, 345). Hay quien en sus anhelos de amar a Dios, quisiera hacerlo a fuerza de brazo, como suele decirse, a capricho, a voluntad sólo con las fuerzas humanas, poniendo en juego las facultades intelectuales y volitivas. Y aquí se trata de una acción de la gracia, de una virtud infusa por obra del Espíritu Santo que exige y requiere esfuerzo y sacrificio por parte de la criatura, pero ésta no podrá alcanzar su plenitud sin el auxilio preveniente y cooperante de lo Alto. - «¡Oh! que sublime es la hermosa virtud de la caridad que nos ha traído el Hijo de Dios» (22-12-1914, 11,280). - «Pidámosla. repito, siempre y sobre todo en la fiesta de Jesús resucitado. Pídela también para mí, que tengo tanta necesidad, para no caer, para no ser infiel a la bondad del Padre celestial» (30-3-1915, II, 280). - «Y yo estoy persuadido que para llegar a un heroísmo tal de caridad para pedirle a Jesús que nos haga dignos de un beso de su boca divina, se requiere una ayudá poderosa de Dios que nosotros podemos pedirla y desearla suspi– rando continuamente a Dios con la Esposa de los Cantares» (7-9-1915, H, 489). - «¡ De cuanto somos deudores a la divina bondad, que nos ha hecho desear con tanto ardor de vivir y morir en su amor! Esperamos, hija, en este gran Sal– vador, que nos da la voluntad de vivir y morir en su amor, para que se nos dé la gracia de seguirlo» (28-5-1917, m. 109). - «Jesús te será propicio y te hará la gracia de llevar una vida toda celestial y nada te podrá separar de su amor» (18-6-1917, m, 280). - «¿Cómo puedes temer la repulsa de quien te ha sellado el corazón con el signo de su divina y paternal predilección, metiéndote dentro de tu corazón tan gran deseo de amarlo, tu que, hace pocos años, no tenías ni siquiera idea de su amor» (1-1-1919, Ii!, 436). - «El deseo de amar -en lo divino- es amor. Y si es amor, como lo es en reali– dad ¿quién ha puesto en vuestros corazones este anhelo de amar al Señor? ¿Somos nosotros suficientes para tener un solo deseo sin la gracia? Ciertamen– te que no. Así nos lo enseña la fe .... Estate, pues, tranquila acerca de la exis– tencia de la caridad divina en vuestros corazones» (15-12-1916, III, 555; cf. 14- 12-1916, !11, 665). - «¿Por qué dudar del Amor, que tan íntimamente te hiere y posee? ¿Cómo puedes temer el rechazo de quien te buscó y te conquistó con tan exquisitas maneras 9 » (5-12-1918, ll1, 761,880).

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