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62 ll. - LAS TRES VIRTUDES TEOLOGALES Otra causa de incertidumbre para el alma y de desconcierto inte– rior es la duda de que se trate de un amor interesado, de un amor no de Dios, sino de sí misma. Cada uno debe persuadirse de que si es verdad que el amor puro consiste en amar a Dios por su intrínseca infinita bondad sin pensar en eventuales ventajas personales, y olvidándonos de nosotros mismos; no es menos verdadero que los intereses de Dios son compatibles con los nuestros personales. Aún podría decirse que son inseparables, en cuanto que nunca se amará de verdad a Dios, sin que el alma amante adquiera méritos y por lo mismo ventajas personales para el tiempo y para la eternidad. El temor de amarnos a nosotros mismos puede coexistir con el amor auténtico de Dios. El sufrimiento no es contrario al amor. - «Temed, pues, pero con aquel temor santo que no es contrario al amor. Cuando los dos, temor y amor, se unen, se dan, como dos hermanas, la una a la otra la mano para mantenerse siempre en pie y caminar por los caminos del Señor» (25-4-1914, II, 77). - «Aparta, pues, las preocupaciones, aleja los juicios siniestros. Dios está en tí y contigo. ¿De qué temes? El temor angustioso de haberlo perdido es un argu– mento cierto y evidente de que mora en ti. Tu espíritu busca y no encuentra y por ello sufre, se agita, se afana y se vuelca cansado en sí mismo, sin encontrar la quietud en el abatimiento; pero sí por un instante pudiera admirar la com– placencia con que observa tu amor satisfechos, ¡ qué gozo! A pesar de aquel deseo ardiente de tenerlo siempre al lado, velado y escondido ¡Sí!, porque un corazón generoso y fuerte, viendo cómo el Amor goza de las ansias, no quería otra cosa que tal gozo y alegre se consumaría en la hoguera de una perpetua desolación» (31-12-1920, m, l 17). - «Acércate a Jesús con la confianza de hija, porque él te ama más de lo que yo pueda imaginarme. No quieras afligir su corazón, persuadiéndote de lo contrario, ni de pensarlo siquiera» (11-1-1917, III, 265). «Así nuestro amor a Dios es desinteresado; se ama y se sirve de esta manera a Dios a costa de nosotros mismos, que es propio de las almas más perfectas (27-17-1917, m, 2s2). - «Gozo, y siempre gozo, admirando que tu alma ama a Dios y lo ama sin interés. Gozo y siempre gozo, viéndote incluida en el número de las almas fuertes. Gozo, repito, al verte despojada de todo delante de Dios» (l 0-12-19 l7, III,301). - «¿Por qué dudas del Amor si tan íntimamente te posee y hiere? ¿Cómo pue– des temer la repulsa de quien te ha sellado el corazón con el signo de su predi-

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