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4. - LA CORAZA DE LA CARIDAD 59 almas que se encuentran todavía en la simplicidad de la infancia espiritual: amor que podría resultar fatal para un alma que así demasiado se entrega a él. El amor. en cambio, de las almas que ya han superado esta infancia espiritual, es el de amar sin sentir gusto ni dulzura en lo que se llama alma sensitiva. El signo cierto para discernir si tales almas aman de verdad a Dios es el saber que están siempre prontas para la observancia de la ley santa de Dios; el deseo que habitualmente tienen de ver glorificado al Padre celestial, y para ello, en cuan– to les sea posible, no dejan pasar nada que pueda servirles para difundir el rei– no de Dios, orando al Padre con las mismas palabras del divino Maestro: «Padre nuestro. .. venga tu reino» (29-12-1914, Il, 289). - «Este Bien Sumo ha herido tu corazón, y ésta es la herida de la caridad divi– na. La herida es espiritual, pero se refleja también en lo físico. Y por ello tu sientes además del desgarro del divino Amor en el alma, también las depresio– nes físicas que a las veces le reducen casi a la impotencia,. (6-1-1919, II, 218; cf. p. 110s). - «Nuestro Señor te ama y con ternura; y si no te hace sentir la dulcedumbre de este su amor, es para hacerte más humilde y vil a tus ojos. Por ello no dejes de recurrir a su benignidad con toda confianza» (30-12-1918, m, 762; cf. p. 881 ). - «Más bien escúchame a mí que te digo que tu estado presente es un efecto de tu amor a-Dios y una prueba del incomparable amor de Dios hacia ti. Crée– me: las estrecheces que sientes en tu corazón, proceden de esto: del amor que impulsa, que atrae. Cree y vivirás» (19-5-1918, 111, !027). - «Y, esto no obstante, es dulce la amargura del amor y su peso, suave. ¿Por qué, pues, andas diciendo que al sentir su inmenso ímpetu no sabes qué hacer para sobrellevarlo? Tu corazón es pequeño, pero dilatable, y cuando ya no podrá contener la grandeza del Amado, y resistir su inmensa presión, no temas, que él está dentro y fuera volcándose en el interior, sostendrá las pare– des. Como concha abierta en el oceano, beberás hasta la saciedad y te verás circundada de exuberancia y llevada sobre su potencia. De aquí a poco no serán para ti una novedad las nuevas maneras del Amor y sus manifestaciones no le resultarán insostenibles. Habituada a la misma persona amada, la lla– marás a competir y lucharás, como Jácob con el ángel, sin ser abatida» (29- 7l 920, 111, 1031 ). Otras almas piensan que las dificultades, la tristeza, el esfuerzo para dominarse y para amar, son signos de un camino equivocado hacia el amor divino; pero éstas deben saber que el amor de Dios, mientras se vive en el destierro lejos de la patria, estará siempre uni– do al dolor y al esfuerzo. Sería una ilusión concebir el amor de Dios sin su cruz. La nota esencial del amor verdadero y auténtico es la fir-
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