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56 Il. - LAS TRES VIRTUDES TEOLOGALES - «Creced siempre y nunca os canséis de avanzar en la reina de todas las vir– tudes, la caridad cristiana. Pensad que nunca es demasiado el crecimiento en esta bellísima virtud» (30-3-1915, n, 383). El P. Pío, maestro iluminado y experimentado, no quería que las almas lanzadas por estos caminos del amor, cayesen en -el error de pretender saciarse absolutamente con la posesión del objeto amado y dudar de la genuinidad de su amor, si no lograban ver satisfechos todos sus deseos. Si es verdad que la caridad no tiene un límite esta– blecido para cada alma viadora, también es verdad a tenor de la ley del amor, que, el Sumo Bien buscado, deseado y amado podrá ser gozado según la propia capacidad en la visión beatífica. Por tanto hay que perseverar en su búsqueda con calma interior, con sereni– dad de espíritu, en espera de su venida. «Esto ocurre porque todavía no ha llegado al término de su viaje, no está aún totalmente inmersa en la fuente de su divino amor, lo cual tendrá lugar en el reino de la gloria. Por lo cual queremos apagar la sed en esta fuente de agua viva avanzamos en los caminos del amor divino; pero convenzámonos tam– bién que nuestras almas nunca se verán saciadas aquí abajo; de lo contrario ¡ ay de nosotros! si un día creyésemos, mientras estamos en camino, que ya estamos satisfechos (saciados), ello sería signo de nuestra persuasión de haber llegado a nuestro destino y nos habríamos engañado» (21-10-1915, 11, 523). «¡ Oh qué bueno es este tan querido Señor con todas las almas, sobre todo con aquéllas que lo buscan y se esfuerzan por amarlo! Y vos os afligís y gemís en vuestro corazón, porque dudáis si el amor divino está en vos. Hacéis muy bien en suspirar y rogar incesantemente al Señor que siempre acreciente en vos el amor divino. En el camino del amor divino nunca se puede decir basta. Esta palabra ardiente de saciedad arcana que queda siempre apacible en su insaciabilidad el alma no la puede pronunciar más que en el reino de la gloria, donde se nos saciará en el torrente inagotable de placer divino. Por tanto vues– tro comportamiento es óptimo, deseando siempre, buscando, ansiando. Esta vuestra sed es del agrado de Jesús. Respecto a dudar si en vos está o no el amor divino, os suplico una vez más que no os preocupéis, porque Jesús está con vos, y donde él está, no puede no encontrarse el reino de su amor. Para convenceros baste vuestro continuo aspirar a él. ¿Es posible que Jesús esté lejos, mientras lo llamáis, !e rezáis, lo buscáis, lo poseéis? ¿Cómo es posible que el amor divino no esté en vos, mien– tras, como el ciervo sediento, corréis a la fuente eterna de agua viva? Dese– chad, por tanto, toda duda. Calmad vuestras ansias» (31-10-1915, III, 104). - «Mientras eres un desterrado, no te lamentes de no poder abrazar definiti– vamente al Sumo Bien. LLegará el momento, pero hay que resignarse mien– tras se vive en el destierro» (l 3-12-1918, m, 345).
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