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4. - LA CORAZA DE LA CARIDAD 53 - «Consideradla (la virtud de la caridad) muy querida, más todavía que la pupila de vuestros ojos, porque era la más querida del divino Maestro que solía llamarla mi mandamiento. ¡Oh!, sí, tengamos en gran aprecio este pre– cepto del divino Maestro y todas las dificultades serán superadas. Es tan bella la virtud de la caridad, que el Hijo de Dios, para encenderla en nuestros pechos, quiso el mismo descender del seno del Padre y hacerse seme– jante a nosotros para enseñarnosla y facilitarnos, con medios, que él nos ha dejado, la adquisición de esta preclarísima virtud» (30-3-1915, II, 383). - «Yo pido continuamente en mis oraciones y en la santa Misa muchas gra– cias para tu alma, pero de modo especial el amor divino: eso es todo para nosotros; es nuestra miel, en la cual y con la cual todos los afectos y todos nuestros actos y nuestros sufrimientos deben dulcificarse. ¡ Dios mío, qué feliz el reino interior, cuando allí reina este santo amor! ¡Qué felices son las poten– cias de nuestra alma, cuando obedecen a un rey tan sabio!» (30-7-1917, m, 501). Porque estaba íntimamente persuadido, por la propia experien– cia, de la importancia fundamental y de la necesidad absoluta de esta «preciarísima virtud», no se cansaba de recomendarla, ya como condición esencial para caminar con seguridad y avanzar constante– mente por las rutas de la perfección cristiana, ya como meta única y aspiración suprema del alma orientada al seguimiento de Cristo. Entre los numerosos testimonios, seleccionamos los siguientes, como ejemplos de sus fervorosas y repetidas exhortaciones: a amar y a creer en el Amor. - «El espíritu humano, sin la llama del amor divino, puede descender hasta el nivel de los animales, mientras, por el contrario, la caridad, el amor de Dios lo eleva tan alto que puede alcanzar hasta el trono de Dios. Agradeced sin cansa– ros jamás la liberalidad de un tan buen Padre y rogadle que acreciente siempre más la caridad en vuestro corazón» (11-4-1814, II, 70). - «Continuad y reforzaos siempre en amar cada vez más a Jesús y no os preo– cupéis de saber otra cosa» (21-6-1914, II, 120). - «Que ésta sea toda nuestra solicitud: amar a Dios y agradarle, sin otras preo-. cupaciones, sabiendo que Dios tendrá siempre cuidado de nosotros, más de lo que se pueda decir o imaginar» (26-11-1914, II, 248). - «Dios os ama, y mucho; corresponded del mejor modo posible a su amor: el no desea otra cosa; confiad, esperad, humillaos bajo las divinas operaciones y amad» (8-6-1915, II, 445). - «Amemos siempre a Jesús; estemos siempre unidos a él con asidua y humil-
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