BCCCAP00000000000000000000342
4. - LA CORAZA DE LA CARIDAD 51 dad del Señor y en la renuncia total de tu voluntad, hecha en mis manos por su amor)) (30-5-1918, m, 320). Casi con iguales términos desarrolla la misma idea sobre el amor de los hermanos, escribiendo a otra hija espiritual: «El alma que ha escogido el amor divino, no puede mostrarse egoísta en el Corazón de Jesús, sino que debe sentir en ella arder también la caridad para con los hermanos, que con frecuencia hace sufrir. No es dificil entenderlo, porque el alma, no viviendo más la propia vida, sino la de Jesús que vive en ella, debe sentir, desear y vivir los mismos sentimientos, deseos y vida que vive en ella. Y tú sabes, aunque lo has comprendido tarde, sabes, digo, de qué sen– timientos y de qué deseos estaba y está animado este divino Maestro por Dios y por la humanidad. Sufra, pues, tu alma por Dios y por los hermanos que no quieren saber de él, porque esto es el sumo agrado de él11 (31-5-1918, III, 963). - «Considérate siempre una hermosa nada delante del Señor, y ten una gran veneración para todos, pero especialmente para quien ama a Dios mejor que tú, y gózate porque el amor que tú no has acertado a dar a Dios. se le dan otras almas más queridas de Dios y a él más fieles» (!H, 389). - «Trabaja sin cansarte entre los hijos de los hombres, para hacerles a todos dignos de la filiación divina. No temas la rabia de satanás que brama porque te fatigas por la causa de Dios» (21-10-1921, rn, 1062). No se contentaba el P. Pío con exhortar a sus hijas espirituales a que crecieran cada vez más en el amor hacia los hermanos de destie– rro, sino que deseaba que lo practicaran debidamente para hacerlo no sólo eficaz, sino también agradable. «El alma que tiende a la perfección, en sus relaciones con el prójimo, necesita de algunas virtudes, y en primer lugar, de la benignidad, con la que mediante un comportamiento agradable, cortés, social, lejos de toda brusque– dad, atrae a aquéllos con quienes trata. La benignidad es una virtud, que impulsa al alma a prestar ayuda a los demás. Y en esto hay que notar bien dos cosas bastante importantes para el alma que tiende a la perfección. Una de ellas el ver que el prójimo no se aprovecha del bien que se le hace; la otra no sólo el ver que no siempre se aprovecha, sino que a las veces corresponde con ofensas y ultrajes. El alma no bien prevenida con frecuencia cae en el engaño. Dios os guarde para haceros caer y trabajar sin premio alguno. Es preciso, pues, que os arméis contra la primera de estas asechanzas con la virtud de la longanimidad, que no permite que el alma deje de hacer el bien a los demás, aun cuando advierta que no se aprovechan de ello. Contra la segunda hay que precaverse con la mansedumbre, virtud que reprime la ira, a pesar de verse uno correspondido con ingratitud, ultrajes y ofensas.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz