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3. - EL YELMO DE LA ESPERANZA 41 la perseverancia, evitando los dos extremos, la presunción y la de– sesperación. «No temáis, insisto, más bien confiad en la divina misericordia, humillaos ante la piedad de nuestro buen Dios y agradecedle todos los favores que quie– re concederos y que ya os ha concedido hasta el presente. Tanto pide nuestra gratitud y nosotros no podremos jamás demostrar esta nuestra gratitud digna– mente a quien nos ha enriquecido con tantos favores(...). Continuad rogando y sufriendo según las divinas intenciones y según la voluntad divina. A ello os estimule el premio que os espera y que ya no estará lejos» (27-4-1917, !II, 698). «No te canses de trabajar con constancia, con confianza y resignación en tu enmienda» ( l l-6-1918, 111, 736). «Trabaja que será grande la recompensa que Jesús te reserva allá arriba» (5- 2-1923. III, 802). d. - Motivaciones Las razones más profundas y más válidas de la esperanza se deducen de los fundamentos y elementos, de los que anteriormente se ha hecho mención, y son los que más eficazmente mueven a la voluntad a poner en juego los medios sobrenaturales. El P. Pío, como de costumbre, no los menciona de modo particular, ni se detiene en discusiones teológicas. Sus afirmaciones son claras y sen– cillas para poder disipar las dificultades, eliminar los obstáculos y serenar el ánimo. A la luz de estas verdades fundamentales guía con seguridad a las almas en la búsqueda del Sumo Bien y en la práctica de esta virtud. Como es obvio, frecuentemente insiste en la inmensa bondad del Padre celestial con los hombres y en su misericordia con los pecado– res, al mismo tiempo que en su fidelidad en mantener las promesas. Todo esto se comprueba con la experiencia personal: jamás nos ha abandonado en el pasado y ello es ya una garantía de que tampoco seremos abandonados en el porvenir, si correspondemos a su bon– dad y fidelidad. Tenemos la garantía del «piloto» Jesús y de la «estrella» María. - «Consolaos, pues, en el Señor, ya que vuestro espíritu ha escogido a Dios como su porción: Jesús está con vos, os ha ayudado hasta ahora; no puede, no quiere abandonaros; perfeccionará su obra» (19-5-1915, III, 76).
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