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3. - EL YELMO DE LA ESPERANZA ( J Tes. La es la virtud y el es el hombre de la esperanza. Esta es una doctrina aprendida y practicada en la «escuela de la cruz», en la cual se respira una atmósfera de profunda serenidad, de alegría íntima, de certeza segura y de un optimismo iluminador. El P. Pío que de «esta escuela del dolor y del sacrificio» fue primero un aventajado discípulo y después un excelente y admi– rado maestro, llegó a ser muy pronto un convencido pregonero de esta virtud teologal; enseñó a vivir «alegres en la esperanza» ( Rom. 12, 12); supo descubrir y comunicar los tesoros escondidos en esta virtud cristiana y fue un consolador de las almas afligidas, infundien– do en ellas confianza y seguridad, dilatando corazones y despe– jando las sombras del espíritu. a. - Actualidady fundamento de este El mundo de hoy, la sociedad del bienestar, del consumismo y del hedonismo, tiene una gran necesidad de este optimista mensaje de la esperanza, porque a pesar de todas las apariencias seductoras es tremendamente triste y angustioso. Y, por desgracia, ni siquiera los cristianos, hablando en general y reconociendo que por suerte, en estos últimos años la literatura acerca de la esperanza es abun– dante, respiran el aire confortante de la santa esperanza. Y cierta– mente la esperanza se presenta como una ventana siempre abierta, por la cual penetran luz y fuerza, ayuda y consuelo, optimismo y fir– meza, cosas tanto más necesarias cuanto que, por lo.s misteriosos designios divinos, todos debemos hacer el doloroso peregrinaje terreno, caminando a tientas hacia las verdades más fundamentales expuestos a pruebas de toda clase, a conflictos, a dolores, a sufri– mientos, y a tantos males causados por el pecado.
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