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34 IL - LAS TRES VIRTUDES TEOLOGALES - «En la parte superior (del alma) reside, como en su trono, el espíritu de fe que debe consolaros en las aflicciones. Qué felices son aquellas almas que viven de la fe, que en todo adoran los justos y santos juicios de Dios y que se alegran en la aflicción y que hacen que el ajenjo se convierta en miel11 (25-7- 1917, 111,809). c. - Propagación de /afe Finalmente la fe es un don gratuito y de tales dimensiones que obliga a que el alma lo agradezca siempre al divino bienhechor: sobre todo considerándose privilegiada frente a tantos otros que no han sido iluminados por esta luz extraordinaria y no han podido gozar de su claridad. El alma no quiere y no puede gozar sola de este don. Por ello con espíritu misionero quiere contribuir a propagar este reino de fe, sirviéndose de la conocida trilogía: oración, sacrificio, testimonio: con las palabras, con las plegarias, con las ofrendas. Y de modo par– ticular con los sacerdotes heraldos del evangelio y con todos aque– llos que en la Iglesia tienen el compromiso de propagar y defender la fe. «Agradeced sin ctescanso la liberalidad de un tan buen Padre y suplicadle que acreciente siempre cada vez más en vuestro corazón la santa caridad. No todos somos llamados por Dios a salvar las almas y a propagar su gloria mediante el apostolado de la predicación; y se debe saber que no es éste el único medio para alcanzar estos dos grandes ideales. El alma puede propagar la gloria de Dios y trabajar por la salvación de las almas mediante una vida verdaderamente cristiana, rogando incesantemente al Señor "que venga su reino", que su santísimo nombre "sea santificado", que "no permita la tenta– ción" que "nos libre del mal". Esto es lo que también vosotras debéis hacer, ofreciéndoos total y conti– nuamente a vosotras mismas al Señor con este fin. Rogad por los pérfidos, rogad por los tibios, rogad también por los fervorosos, pero de modo especial rogad por el Sumo Pontífice, por todas las necesidades espirituales y tempora– les de la Iglesia, nuestra tierna Madre; y una oración especial por todos aque– llos que trabajan por la salvación de las almas y por la gloria de Dios en las misiones entre los infieles e incrédulos. De nuevo vuelvo a exhortarte a que te consagres por entero y también a todas aquellas almas a las cuales puedas inducirles a esta empresa salvadora, con la seguridad de que este es el más excelente apostolado que un alma pue– de realizar en la Iglesia de Dios» (11-4-1914, II, 70-71). - «Agradece a Dios cien veces al día el haber llegado a ser hija de la Iglesia, a ejemplo de tantos santos hermanos nuestros, que nos han precedido en esta

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