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2.. EL ESCUDO DE LA FE 31 querer circunscribir la luz del conocimiento de la fe al campo de la evidencia; no implica la visión directa de la conexión entre las pre– misas y la conclusión; es oscura por su misma naturaleza y por lo mismo la inteligencia debe someterse a la decisión de la voluntad. Esto no obstante, de ninguna manera debe olvidarse que la fe es un don gratuito de Dios, que se ha de pedir mediante la oración, y se ha de solidificar con actos personales, que se hacen meritorios precisa– mente por ser inspirados y dirigidos por esta virtud. Estos y otros elementos hace resaltar el P. Pío cuando trata de poner de manifiesto la excelencia de la fe o de descubrir su intrínse– ca naturaleza para hacer que las almas turbadas por las dudas e incertidumbres recobren la serenidad. El 22 de octubre de 1916, refiriéndose a algunos pensamientos de su director espiritual, el P. Agustín, escribe· «La fe viva, la creencia ciega y completa adhesión a la autoridad constitui– da por Dios respecto a ti, es la luz que iluminó los pasos del pueblo de Dios en su peregrinación por el desierto; es la luz que brilla siempre en la altura de todo espíritu adepto al Padre; es la luz que condujo a los Magos a adorar al Mesías recién nacido; es la estrella profetizada por Balaam; es la antorcha que dirige los pasos de estos espíritus desolados. Y esta luz, esta estrella y esta antorcha son también las que iluminan tu alma, dirigen tus pasos para que no vaciles; robustecen tu espíritu en el amor divino y sin que el alma lo advierta, avanza siempre hacia la meta eterna. Tú no lo ves y no lo comprendes; pero no es necesario; tú no percibirás más que tinieblas, pero que no esconden el sol eterno. Ten seguridad que este sol es precisamente aquel que cantó el vidente de Dios: "A través de tu luz vemos nosotros tu luz"» ( Sal. 35, 10-lll, 400). Y ya antes, el 6 de agosto de 1915, había escrito: «Entre gemidos y ansiedades pedía San Pablo incesantemente el verse liberado, pero el mismo Jesús le respondió que su gracia le sería bastante. Lo mismo dice a todas las almas que quieren amarlo con sinceridad y pureza de corazón. ¿Cómo dudarlo? ¡,No es él por ventura nuestro Dios, fiel más que todos los hombres, para no permitir que no seamos probados sobre nuestras fuerzas?» (IH, 92). Y en el mes de marzo del año siguiente añadía: «Creed, si es que no podéis persuadiros, que en vuestro espíritu brilla la luz y que no son ya las tinieblas que os parece contemplar. Creed que estáis cerca– nos a la aurora. Creed que Jesús, sol de justicia, está con vosotros, os quiere
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