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2. - EL E<;CUDO DE LA FE (1 Tes 5,8) obvio que en las enseñanzas del P. Pío la fe ocupa el puesto preeminente que le corresponde como fundamento del edificio espi– ritual que se ha de proyectar y construir, y como principio unitivo y transformante del organismo sobrenatural. Cuanto se diga de la esperanza y de la caridad presupone la existencia y el dinamismo de esta virtud. a. - Naturaleza y excelencia de lafe En efecto el P. Pío hace resaltar positivamente la función unitiva de la fe en Dios, verdad suma y objeto de la visión beatífica: «Dios quiere desposarse con el alma en la fe y el alma que debe celebrar este desposorio celestial, debe andar en la fe pura, que es el medio adecuado y único para esta unión de amor» (19-12-1913, I, 441). Y, por tanto, se explica y comprende la insistencia con que recomienda «reavivaz» siempre esta fe para conservar y acrecentar la unión con Dios, al mismo tiempo que se ponen en fuga todas las artes diabóli– cas que la puedan obstaculizar (cf. 26-11-1914, II, 249; 14-10-1915, II, 517; 30-10-1915, III, 149; 10-12-1917, III, 301, etc.). Pero quiere además que las almas tengan ideas claras y precisas acerca de la naturaleza y excelencia de esta virtud, a fin de que pue– dan evitar las posibles desviaciones frente a ciertos fenómenos algún tanto desconcertantes y oscuros en relación con el camino de la per– fección. Tanto la inteligencia como la voluntad tienen su parte en la práctica de esta virtud infusa. No se trata de una aceptación mera– mente pasiva de los misterios y de las verdades reveladas; exige el esfuerzo y el dinamismo de la voluntad que propone al entendimien– to las motivaciones verdaderamente aceptables. Es, por consiguien– te, un conocimiento no directo, inmediato y evidente; pero tampoco meramente sensible o racional. Por tanto se debe evitar la ilusión de

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