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3. - DOCILIDAD Y COLABORACIÓN 25 comentarios. recuerda el de los frutos del Espíritu, contrapuestos por S. Pablo a los de la carne (cf. Gal. 5, 22-23). Podemos enumerar los siguientes: amor, gozo y paz, paciencia y afabilidad, bondad y cortesía, longanimidad y mansedumbre, fidelidad y modestia, conti– nencia y castidad. Y termina sus observaciones con las siguientes palabras: - «Este es el cuadro nobilísimo de la perfección cristiana. Bienaventurada el alma que posee todas estas bellas virtudes, todas frutos del Espíritu Santo. Nada tiene por qué temer; brillará en el mundo como el sol en medio de! fir– mamento» (H, 200-203). Añadamos algo más acerca de las exigencias del Espíritu Santo para que su acción sea eficaz. Ciertamente no actúa en solitario; el alma favorecida con su presencia debe colaborar con él en estos tres niveles: removiendo positivamente los obstáculos, entregándose del todo a él, dejándose guiar con plena docilidad, sin contristarlo (cf. I Tes. 5, 19) y sin extinguirlo (cf. Ef 4, 30). - «Y nunca te abandones a ti misma; pon toda la confianza sólo en Dios, espera de él toda la fuerza y no desees excesivamente verte libre del estado presente; deja que el Espíritu Santo actúe en tí, abandónate a su influjo y no temas. Él es tan sabio, suave y discreto, que produce sólo el bien. Qué bondad la de este Espíritu Paráclito para todos, sobre todo para ti que lo buscas» (29- 3-1914, 11, 64; cf. m, 1.023). - «Desde el momento que el alma conoce a Dios, se siente impulsada a amar– lo; si el alma sigue este impulso natural, que procede del Espíritu Santo, ama entonces al Bien supremo» (23-10-1914, 11,201). - «Y ahora podemos considerar cuanto el alma debe practicar a fin de que el Espíritu Santo pueda con toda seguridad vivir en ella. Todo se reduce a la mortificación de la carne con sus vicios y concupiscencias y renunciar al espí– ritu propio (...). El Apóstol nos recomienda: Si vivimos por el füpíritu, camine– mos también por el Espíritu (Gal. 5, 25), como si quisiera decimos para nuestra edificación: ¿queremos vivir espiritualmente, esto es, movidos y guiados por el Espíritu del Señor? Seamos avisados en mortificar el espíritu propio, que se engríe, nos hace vehementes; esforcémonos en suma por reprimir la vanaglo– ria, la iracundia, la envidia: tres espíritus malignos que esclavizan a la mayor parte de los hombres y se oponen tremendamente al Espíritu del Señorn (23- 10-1914, 11, 203-205). - «El único consejo que puedo darte es el que te atengas estrictamente a

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