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2. - DONES, FRUTOS, CARISMAS 23 para iluminar mejor aún experimentalmente las verdades de la fe y para superar con intrepidez las dificultades. «Hay tres grandes verdades acerca de las cuales es preciso de manera espe– cial rogar al Espíritu Paráclito que nos ilumine: que nos haga comprender la excelencia de la vocación cristiana, que nos ilumine sobre la inmensidad de la herencia eterna, a que la bondad divina nos ha destinado y, finalmente, que podamos adelantar en el misterio de nuestra justificación» (23-10-1914, 11, 198). - «El Espíritu Santo, que es espíritu de luz y de fortaleza, guarde vuestra inte– ligencia unida a la doctrina sin división ni cisma» (14-I0-1915, II, 278). - «La lucha será tremenda, pero no hay por qué temer que se perderá la bata– lla: el Espíritu Santo os dará tanta fuerza que podréis soportarlo todo y supe– rarlo» (17-12-1914, JI, 278). - «La gracia del Espíritu Santo sobreabunde cada vez más en vuestro espíritu, os dé fuerza para mantener la lucha y la prueba, a la cual nuestro esposo Jesús os somete para vuestra santificación y para la edificación de muchas almas» (23-1-1915, 11,304). - « La gracia del Espíritu Santo os ayude y os haga crecer cada vez más en la virtud» (30-3-1915, 11, 382). «La gracia del Divino Espíritu triunfe siempre en vuestro corazón y os forta– lezca siempre con nuevo valor para afrontar la guerra de vuestros enemigos, con tranquilidad y serenidad espíritu» (24-6-1915, II, 452). - «La gracia del Divino Espíritu os haga fuertes con la fortaleza de las almas elegidas» (8- I0-1915, II, 509). - «La gracia del Espíritu Santo te dé fuerzas para soportar las pruebas amoro– sas, a las que te someterá la divina piedad» (18-5-1918, m, 315). No es menos eficaz su referencia a la fuerza transformante del Espíritu Santo como santificador y consolador de las almas: - «La gracia del Divino Espíritu conforte siempre vuestro corazón y os haga santa» (2-6-1915, 11, 117). - «La gracia del Espíritu Santo esté siempre con vos y os haga cada vez más digna del reino de los cielos» (12-2-1915, 11, 338), «siempre más digna de la patria celestial» (23-2-1915, 11, 340).

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