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21 l. - HUÉSPED DIVINO Como los grandes maestros de la vida espiritual, a ejemplo de Sta. Teresa y S. Juan de la Cruz, el P. Pío estaba plenamente con– vencido de la gran importancia que tiene el abismarse cada vez más en el misterio de la presencia de las tres divinas Personas, que moran, como en un templo vivo, en el alma de los justos. No es, pues, ninguna maravilla el que con tanta frecuencia recuerde la dignidad de ser templo del Espíritu Santo, repitiendo aquello de S. Juan de la Cruz: «Ya que lo tienes tan cercano a tí, aquí ámalo, aquí deséalo, aquí adóralo» ( Cántico I, 5-8). «Vuestra alma sea siempre templo del Espíritu Santo» (30-1-1915, H, 321 ). - «Vuestro corazón sea siempre templo del Espíritu Santo» (25-3-1915, H, 373; t3-t2-t9t5, u, 532; 11-4-1915, m, 161: 24-3-1916, m,427; 8-I0-1915, II, 509). Del convencimiento de esta consoladora verdad fluye la de la santidad infinita del Huésped divino, y por tanto también las lamen– tables consecuencias que se originarían de su profanación, que sería una especie de sacrilegio. «Vigilemos para no dar lugar al enemigo a que se abra camino, para entrar en nuestro espíritu y profanar el templo del Espíritu Santo. ¡Oh! ¡por caridad, no olvidemos nunca esta verdad; tengamos siempre presente que por el bau– tismo hemos llegado a ser templos del Dios vivo, y que cada vez que volvernos nuestro ánimo al mundo, al demonio y a la carne, a los que por el bautismo hemos renunciado, profanamos este sagrado templo» (13-5-1915, II, 418). Porque el Espíritu Santo, por apropiación, es la causa eficiente principal de nuestra santificación, y por lo mismo el impulsor de las más altas ascensiones en el camino de la perfección cristiana, fuente de luz, que ilumina y de fuerza, que sostiene, el P. Pío era el primero en reconocerlo y por tanto en invocarlo, manteniéndose en contacto con él. « Yo lo pensaré muy bien y ofreceré muchas misas(...) a fin de recibir la luz del Espíritu Santo para resolver y guiarte bien a la perfección a la cual eres lla– mada, porque considera, hija mia, éste es un golpe de maestro que debe ser ponderado con el peso del santuario» ( 1-5-19 l8, II, 315). Esta convicción personal explica las repetidas y cálidas invoca-
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