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1 LA VI A TEOLO AL Casi nos parece superfluo el recordar cómo toda auténtica vida cristiana nace, crece y se perfecciona con el ejercicio de las virtudes teologales. En este nuestro caso no hay por qué detenernos en su de– mostración: la fe, la esperanza y la caridad son el centro de la vida espiritual, bajo el influjo y la guía del Espíritu Santo. No se trata de hacer resaltar la doctrina del P. Pío al respecto. Por descontado que su punto de vista coincide, más aún, es idéntico al de los más acreditados autores espirituales y de los más considera– dos maestros de espíritu. Presupuesto el principio de que no se da vida espiritual que no sea teologal, pretendemos entresacar, y disponer algún tanto sis– temáticamente, aquellos fragmentos del epistolario más significati– vos y manifestativos de la metodología práctica empleada por el P. Pío, para inculcar a las almas los sólidos principios doctrinales, sobre los que debían apoyar su espiritualidad, y las normas según las cuales debían caminar guiadas por la fe, sostenidas por la esperanza y animadas por la caridad. Estas reflexiones clarificarán el fundamento de su doctrina común a los mejores maestros espirituales y su manera peculiar, con que, sin aparecer como un teórico de la ciencia teológica de la per– fección cristiana, lograba aplicar la más sólida y luminosa teoría. Antes del análisis de la teología tradicional de la fe, de la espe– ranza y de la caridad, nos referiremos brevemente a la presencia del Espíritu Santo en el itinerario espiritual de las almas. En estas páginas no intentamos exponer la vida teologal del P. Pío; queremos sólo hacer resaltar su afán por instruir a las almas en la vida teologal.

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