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4. - IMITACIÓN He aquí el signo y la prueba de la auténtica devoción a María. Esta debe ser la finalidad de las invocaciones, de las oraciones y de las prácticas de piedad. Sólo quien recorre el mismo camino del divino modelo, reflejado en la Madre de Jesús, puede considerarse su verdadero devoto. Éste es el contenido del programa mariano tra– zado en una página del 11 de julio de 1915: «Esforcémonos, pues, por tener siempre delante a esta bendita Madre, por caminar siem– pre junto a ella, ya que no hay otro camino que conduzca a la vida, sino el que ella nuestra Madre ha seguido. Nosotros que queremos llegar a la meta, no rehusemos seguir este camino. Vayamos siempre con esta nuestra querida Madre» ( Ep. I, 602). Desconfiaba, por el contrario, de la demasiada e irracional importancia que alguna podía dar a ciertas manifestaciones extraordinarias, pensando que no es eso precisamente lo que hace al alma perfecta, sino las santas virtudes cristianas» (12-9-1915, III, l00). Por tanto cada uno debe esforzarse sobre todo en copiar las vir– tudes, de las que María fue modelo preclarísimo tanto que, como la divina Madre, pudo glorificar al Señor con una vida conforme a la divina voluntad: «Roguémosle que quiera ser ampliamente genero– so, como siempre, de su auxilio divino, de modo que por nosotros sea alabado y bendecido su santo nombre y así podemos decir tam– bién nosotros con verdad con nuestra Madre celestial: Mi alma glo– rifica y alaba al Señor» (12-9-1915, III, 99). Y precisamente por esto debemos suplicar su ayuda maternal: «La Virgen santísima os asista y os alcance todos aquellos auxilios que os hagan caminar de mane– ra digna de vuestra vocación con toda humildad y mansedumbre, con paciencia» (14-10-1915, II, 514). a. - Las virtudes Como ejemplo, nos referimos especialmente a dos virtudes que el P. Pío solía recomendar a sus hijas espirituales.

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