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Señor de nuestros corazones para que seamos «ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios», - dar cuenta, también, de nuestras negligencias y pecados, de la cobardía, de la falta de espe– ranza, de fe, de pensar únicamente «de modo humano» y no «divino», buscar el perdón de nuevo y la fuerza de Dios en el sacramento de la reconciliación, y así vol– ver a empezar siempre, a avanzar cada día, a dominarnos, a realizar conquistas espirituales y a dar alegremente, porque «Dios ama al que da con alegría» 18 . ¿ Verdad que «arde nuestro corazón» con este programa que es un reto a la capacidad de disponibilidad y entrega a Dios y a los hermanos? Es la divina aventura de la santidad, sin estación de tér– mino, hasta el abrazo gozoso con el Resucitado. Es la psico– logía del converso, siempre insatisfecho, siempre apasio– nado, siempre en tensión. Es la psicología del resucitado, divino impaciente, pletórico de ilusión, de originalidad, de entusiasmo, de coraje, de audacia, de creatividad. Es la di– vina impaciencia del fuego, de la sangre y del martirio. Es el desmesurado afán de Francisco por acometer empresas y ensayar experiencias nuevas a honra de su Señor y al servi– cio amoroso de la Iglesia. El testigo de Cristo es un «caballero del Señor» que se hace más valiente ante la dificultad y el riesgo. Lo dice be– llamente Juan Pablo: · 98 «Como veis, se trata de un programa muy comprome– tido; bajo ciertos aspectos, podría decirse, desde luego, heroico; sin embargo, debemos presentarlo a nosotros y a los demás en toda su integridad, contando con la acción de la gracia, que puede dar a cada uno la generosidad de aceptar la responsabilidad de las propias acciones en perspectiva eterna y para bien de la sociedad» 19 • «Contando con la gracia». Confiando en Dios. Sabiendo 18 Carta Novo incipiente n.10 p.135. 19 El sacerdote en el misterio de Cristo p.74.
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