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La reconquista de la autenticidad del ser --origen, voca– ción y destino-- es una gracia «inmerecida». La actitud del sacerdote es colaborar con entusiasmo y gratitud para reali– zar los planes de Dios. Y esto exige hombres de temple, forjados en la lucha y en el trabajo paciente y esperanzado. Por tanto, la conversión «comporta un continuo y paciente trabajo sobre sí mismo, trabajo que llega a los motivos escondidos y a los re– sortes ocultos del amor propio, de la sensualidad, del egoísmo. A este trabajo, que requiere empeño y constancia, es– tamos llamados todos y cada uno, sin excepción, tanto a nivel personal como a nivel comunitario, a fin de que po– damos ayudarnos mutuamente en el camino de la conver– sión, la ·cual es siempre fruto de 'volver a encontrar' a Dios Padre, rico en misericordia. 'El auténtico conoci– miento de Dios --he escrito en mi segunda encíclica-, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una cons– tante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como dis– posición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo ven así, no pue– den vivir sino convirtiéndose sin cesar a El. Viven, pues, in statu conversionis; es este estado el que traza la com– ponente más profunda de la peregrinación de todo hom– bre por la tierra in statu viatoris' (Dives in misericordia 13)» 13_ La conversión es un proceso dinámico de integración en los planes de Dios. Es una situación permanente de tensión, búsqueda, captación, acogida y esfuerzo por realizar la vo– cación con fidelidad y generosidad con-en-por Cristo. Todo el proceso se encierra en unas lealtades «incuestionables»: lealtad a la llamada que se traduce en un fíat mil veces rati– ficado. Para ello hay que «romper» con la vida mundana y con todo ese mundo complejo y empobrecedor que denomi– namos «pecado». La conversión exige una ruptura, «un tras– trueque fundamental que decide el cambio de dirección en la vida y en la conducta». Es la primera conversión, el paso de la vida pecaminosa a la vida en gracia. Desde una perspectiva sacerdotal, el pecado es algo monstruoso. 13 La conversión interior. En Roma, p.88. 95

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