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Desde esta perspectiva integradora, el hombre tiene que concentrarse en las profundidades de su ser y pronunciarse personalmente culpable, pecador y menesteroso. Y desde su conciencia de pecador, emprender el retorno a los brazos del Padre misericordioso: «La conversión es un acto interior de especial profun– didad, en el que el hombre no puede ser sustituido por nadie, por los otros, no puede hacerse reemplazar por la comunidad... ; es necesario que en este acto se pronuncie el individuo mismo, con toda la profundidéld de su con– ciencia, con todo el sentido de su culpabilidad y de su confianza en Dios, poniéndose ante El, como el salmista, para confesar: 'contra ti solo he pecado'» 2 • Dios, con el corazón abierto al abrazo. El hombre, con el corazón abierto al llanto y a la esperanza. La conversión es un derecho del hombre, declarado y promulgado por la misericordia de Dios. El hombre que se reconoce pecador va camino de la verdad y de la libertad: «El derecho de la conversión corresponde a la verdad sobre el hombre. Corresponde también a la verdad inte– rior del hombre. Lo que la Iglesia implora ardientemente (en particular durante la cuaresma) es también que el hombre no permita sofocar en sí esta verdad sobre sí mismo y no se prive de la propia verdad interior. Que no se deje arrancar esta verdad bajo la apariencia «de la li– bertad ilimitada». Que no pierda en sí el grito de la con– ciencia como voz de. la Verdad, que lo supera, pero que, al mismo tiempo, decide de él: que lo hace hombre y de– cide de su humanidad. La Iglesia ruega para que el hombre, cada uno de los hombres (en particular los jóvenes, pero también todo hombre) no cambie la apariencia de la libertad y la apa– riencia de la liberación por la libertad verdadera y por la liberación construida sobre la verdad, por la liberación en Jesucristo» 3 • Juan Pablo II subraya con énfasis que el único camino para llegar a la verdad y a la libertad en todas sus formas y matices es Cristo. El hombre que se convierte en árbitro au- 2 Redemptor hominis 20 p.90. 3 Reconocer a Dios, Creador y Redentor del hombre. Homilía a los uni– versitarios de Roma (26/III/1981), p.114. 89

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